50 años del triunfo de Allende en Chile

El 4 de septiembre de 1970 la Unidad Popular ganaba las elecciones presidenciales.

Su triunfo despertó enormes expectativas y puso a prueba la teoría de la  “vía pacífica al socialismo” preconizada por el Partido Socialista y el Partido Comunista. Tres años después el golpe encabezado por Pinochet terminaba trágicamente con esa experiencia. Extraer las conclusiones de este proceso en momentos donde las masas chilenas vuelven a jaquear el régimen heredado del pinochetismo y un ascenso obrero y popular recorre el mundo es de suma importancia para quienes luchamos por terminar con el sistema capitalista.

Por Emilio Poliak

La década del ´60 estuvo marcada en Latinoamérica por la radicalización de sectores importantes del movimiento de masas a partir del triunfo de la Revolución Cubana y por el ascenso que tuvo entre sus expresiones salientes el Mayo Francés, el Cordobazo y otras luchas importantes alrededor del mundo. La elecciones de 1970 se dan en ese contexto y con  un ascenso que desde 1967 venía creciendo en Chile como respuesta al deterioro económico y la represión del gobierno de Democracia Cristiana.

En ese cuadro, frente a las elecciones presidenciales la burguesía se divide entre el Partido Nacional y la Democracia Cristiana, facilitando el triunfo de la Unidad Popular. Las fuerzas dirigentes de esta coalición eran el Partido Socialista y el Partido Comunista y la integraban también partidos burgueses como el Partido Radical y el MAPU (ruptura de la DC). Salvador Allende obtuvo el 36,3 %, superando a  Jorge Alessandri el PN (34,9%) y a Radomiro Tomic  de la DC (27,8%). De todas maneras, por el régimen político chileno, al no obtener más de la mitad de los votos era el parlamento, con mayoría de la derecha, quien debía ratificar el triunfo. A pesar de las presiones de sectores de la burguesía y  el imperialismo, en un clima marcado por movilizaciones y atentados el congreso finamente ratificó a Allende como presidente electo. El peligro de desatar un proceso de rebelión de consecuencias impredecibles y el compromiso de Allende de respetar los marcos de la legalidad burguesa fueron decisivos a la hora de la definición. El  3 de noviembre, Allende asumió la presidencia en medio de una gran movilización popular.

La vía chilena al socialismo

El programa de la UP señalaba que “la única alternativa verdaderamente popular y, por lo tanto, la tarea fundamental que el Gobierno del Pueblo tiene ante sí, es terminar con el dominio de los imperialistas, de los monopolios, de la oligarquía terrateniente e iniciar la construcción del socialismo en Chile” (I)

Al momento de definir cómo se llevaría adelante este  proceso Allende decía “se nos mira con afecto fraternal y combativo por millones de hombres, mujeres y jóvenes en el mundo, que ven en la experiencia nuestra la tentativa consciente de un pueblo que abre un poderoso cauce de transformaciones a través de la vía eleccionaria. Dentro de la democracia burguesa vamos a encontrar los resortes que nos permitan realizar los cambios fundamentales que modifiquen a fondo la vida política, económica y social de nuestro pueblo. Hemos ganado por los cauces legales. Hemos vencido a través del camino establecido por el juego de las leyes de la democracia burguesa, y dentro de estos cauces vamos a hacer las grandes y profundas transformaciones que Chile reclama y necesita. Dentro de la propia Constitución modificaremos esa Constitución, para dar paso a la Constitución Popular, que expresa auténticamente la presencia del pueblo en la conquista y ejercicio del poder.” (II)

Y en su primer discurso ante el parlamento señalaba “Los escépticos y los catastrofistas dirán que no es posible. Dirán que un Parlamento que tan bien sirvió a las clases dominantes es incapaz de transfigurarse para llegar a ser el Parlamento del Pueblo chileno. Aún más, enfáticamente han dicho que las Fuerzas Armadas y Carabineros, hasta ahora sostén del orden institucional que superaremos, no aceptarían garantizar la voluntad popular decidida a edificar el socialismo en nuestro país. Olvidan la conciencia patriótica de nuestras Fuerzas Armadas y de Carabineros, su tradición profesional y su sometimiento al poder civil […] Por mi parte declaro, señores miembros del Congreso Nacional, que fundándose esta institución en el voto popular, nada en su naturaleza misma le impide renovarse para convertirse de hecho en el Parlamento del pueblo. Y afirmo que las Fuerzas Armadas chilenas y el Cuerpo de Carabineros, guardando fidelidad a su deber y a su tradición de no interferir en el proceso político, serán el respaldo de una ordenación social que corresponda a la voluntad popular expresada en los términos que la Constitución establezca.”(III)

Es decir, la política de la Unidad Popular consistía en llegar al socialismo a través de los mecanismos de la democracia burguesa. El reformismo de la socialdemocracia, asumido por el stalinismo se ponía a prueba. El resultado tomaría un carácter trágico poco tiempo después.

Una vez en el gobierno, Allende impulsó medidas tendientes a llevar adelante el programa de la UP. Se nacionalizó el cobre, principal producto de exportación y la gran minería de  hierro, carbón, salitre y cemento. El sistema bancario fue nacionalizado quedando el 90% del crédito en manos de la banca estatizada. Cerca de 100 fábricas fueron estatizadas pasando al área social y se dinamizó la reforma agraria expropiando unos 1400 latifundios. Los recursos obtenidos a partir de esas medidas sirvieron para aumentar el poder adquisitivo de los sectores populares y fomentar planes de viviendas entre otras medidas sociales. Todas esas medidas fueron votadas en el paramento, es decir apoyadas por la oposición, especialmente de la DC que reflejaba a sectores de la burguesía que no veían mal recuperar algo de la renta cedida ante la penetración imperialista de las últimas décadas. Claro que la pretensión de esos sectores era que la renta recuperada se distribuyera mayoritariamente entre la burguesía y no en las masas populares. Estas contradicciones de clase estallarían en poco tiempo.

La derecha reacciona, la clase obrera responde

Las  presiones del imperialismo yanqui comenzaron rápidamente, limitando las compras al país y propiciando la baja del precio internacional del cobre. Esto agudizó los problemas de abastecimiento que venían del gobierno anterior y provocó la aparición de una espiral inflacionaria. Se ponía a la orden del día avanzar en el control estatal de la distribución, pero la política de Allende fue tolerar los aumentos de precios en las industrias no estatizadas, a la vez que autorizaba algunos aumentos salariales para compensar. De esta manera buscaba, coherente con su orientación, ganar  o neutralizar a sectores de la burguesía industrial y comercial, cosa que no lograría. A mediados de 1972 comenzaron las primeras manifestaciones de la derecha con cacerolazos. En lugar de profundizar el camino de las nacionalizaciones y expropiaciones el gobierno retrocedió en las que estaban planeadas y renunció al proyecto de crear una red estatal de distribución. Esto no calmó a la derecha que en octubre se lanzó a una huelga patronal encabezada por los dueños de camiones y comercios que duró tres semanas.

La respuesta de la clase obrera no se hizo esperar, movilizándose para quebrar el lock out patronal. Se organizaron comités de defensa y comités de fábrica que tomaron la producción en sus manos. Surgieron los cordones industriales, que reunían todas las fábricas de un determinado sector, con sus direcciones elegidas por las bases. No tenían como eje las tareas económicas sino políticas, tales como organizar la defensa del territorio, establecer qué industrias del sector debían pasar al área social, y determinar los métodos de lucha (tomas, movilizaciones, concentraciones, huelgas, etc.). Se trasformaron en  un verdadero esbozo de poder dual cuando se coordinaron con comités barriales En lugar de jugarse a la movilización y al desarrollo y centralización de estos organismos, el gobierno se recostó sobre el ejército dándole todas las tareas de control y vigilancia e incorporando al gabinete tres ministros militares.

En este marco de polarización, el 4 de marzo de 1973 se realizaron elecciones donde la UP no sólo volvió a ganar sino que aumentó su caudal de votos, pasando al 44%. Las masas chilenas mostraban que a pesar de las dificultades y a  que en sectores cada vez más extendidos crecían las  críticas a las vacilaciones del gobierno, estaban dispuestos a defender sus conquistas, sus organizaciones y a derrotar a la derecha reaccionaria.

Sin embargo el gobierno siguió con su orientación priorizando el diálogo con la Democracia Cristiana. El Partido Comunista, a través de su principal dirigente no dejaba lugar a dudas “…Pero junto a la opinión de Leighton [dirigente democristiano] ya se perfila otra entre las tendencias no derechistas del PDC [Partido Demócrata Cristiano] y ella sostiene que al igual que después de las elecciones presidenciales existen condiciones objetivas favorables para buscar la integración de la Democracia Cristiana a responsabilidades de Gobierno. Una buena ayuda para alcanzar esta posibilidad la constituye la presencia de las Fuerzas Armadas en el Gabinete de Salvador Allende, lo que entrega una base nacional que puede servir de puente para una colaboración política más amplia. De ser esto posible se abrirían perspectivas «históricas» puesto que, conforme al criterio de los que sostienen esta posición, sería posible integrar a la base de respaldo de los partidos de la Unidad Popular prácticamente a toda la base de la Democracia Cristiana, con lo cual se conseguiría una «ancha mayoría» para respaldar el proceso de cambios iniciados y asegurar sus indispensables correcciones…” (IV)

Del Tancazo al golpe

Las vacilaciones del gobierno no sólo desarmaban a obreros y campesinos sino que dejaban las manos libres para que la derecha siga intentando desestabilizar al gobierno. Los intentos de hacerlo por la vía del régimen apelando a un juicio político o variantes por el estilo se esfumaron después de las elecciones de marzo y dieron paso rápidamente al intento de hacerlo a través de un golpe.

El 29 de junio el Regimiento Blindado Nº2 a las órdenes del teniente coronel Roberto Souper dirigió sus tanques hasta la Case de la Moneda, sede del gobierno, efectuando varios disparos mientras intentaba que otros regimientos se sumen. La rebelión militar fue sofocada por las tropas comandadas por el General Prats, jefe del ejército y ministro del gobierno.

Años más tarde Pinochet, que había actuado bajo las órdenes de Prats, reconoció que “la acción había servido para que los servicios de inteligencia de las Fuerzas Armadas pudieran medir la capacidad de respuesta de las fuerzas pro Unidad Popular, registrar el tipo de armas que éstas usaban y comprobar el nivel de respuesta de la población a los llamados de Salvador Allende.”(V) Es decir, mientras la derecha se preparaba para derrocar al gobierno, la Unidad Popular en lugar de preparar al pueblo para enfrentarlos lo desarmaba. El propio Allende en un discurso pronunciado luego de la derrota del tancazo decía “Y desde allí llamé al pueblo dos veces por radio. Primero, para señalarles que tuvieran confianza en las Fuerzas Armadas, Carabineros e Investigaciones […] Mientras sucedían estos hechos –repito– el Comandante en Jefe del Ejército, junto con los generales Pinochet, Pickering, Urbina y Sepúlveda, trazó el plan para reprimir a los subversivos.” (VI)

Mientras la derecha se armaba para el golpe, Allende llamaba a confiar en los militares como Pinochet y Urbina, que lo encabezarían o  Pickering y Sepulveda Squella que al igual que Prats renunciaron, dejando el camino abierto al golpismo. Luego del Tancazo, se creó un gabinete de Seguridad Nacional en el que se incorporaron los tres Comandantes en Jefe de las Fuerzas Armadas y el Director General del Cuerpo de Carabineros, según el PC para “asegurar la constitucionalidad, para decirle a todo el país que ha llegado la hora de normalizar la situación sediciosa.”(VII) Para completar la orientación  conciliatoria el partido Comunista se dedicó a intentar que la Democracia Cristiana también se incorporase al gobierno. Así lo contaba su Secretario General: “No hemos señalado dos obligaciones (de los comunistas después de las elecciones) sino tres; la tercera es asegurar llegar a las elecciones del 76 y asegurar el triunfo de un nuevo gobierno popular y revolucionario que continúe la obra que le ha correspondido iniciar al compañero Allende. Estas tres obligaciones están íntimamente unidas y en el fondo trazan una perspectiva revolucionaria que no hace sino reafirmar la conocida orientación del Partido Comunista en el sentido de considerar que es posible, en las condiciones concretas de nuestro país, realizar la revolución antiimperialista y antioligárquica y construir el socialismo sin necesidad de un enfrentamiento armado.”(VIII)  En plena polarización la estrategia del PC era ganar en las elecciones a celebrarse tres años después y reafirmar la vía pacífica al socialismo

Mientras tanto la polarización tenía su reflejo al interior de las fuerzas armadas. En agosto, los  marinos de Valparaíso y Talcahuano se organizaron para denunciar la preparación de un nuevo golpe. NI el gobierno, ni el PS, ni el PC les brindaron apoyo, por el contrario los abandonaron a su suerte y fueron encarcelados y torturados por sus jefes. En lugar de aprovechar la división de las FFAA para ganar  a las bases contra los superiores que respondían a la reacción siguieron confiando en los mandos, allanando el camino al golpe.

Paralelamente  el movimiento obrero había empezado a armarse por sus propios medios. En las fábricas se fabricaban armas, bombas molotovs, granadas, etc. Y también los partidos distribuyeron algunas armas principalmente cortas, además de algunos fusiles.

Finalmente, el 11 de septiembre el “democrático” General Pinochet encabezaba un nuevo golpe. A las  10:30 de la mañana, Allende habló por segunda vez y dio cuenta a los trabajadores que recibió un ultimátum para que renunciara. Reafirmó que no iba a renunciar y lamentó que los militares hubiesen traicionado su profesionalismo, diciendo que la historia los habría de juzgar. Pero nunca llamó al  movimiento obrero a resistir. Únicamente dijo que los trabajadores debían estar alertas en la defensa de sus conquistas. Luego se despidió. Tampoco e PS ni el PC dieron ninguna instrucción a sus militantes o a los trabajadores. La instrucción de los partidos era que se debía obedecer las órdenes de la CUT. Y la orden de la CUT fue tomar todas las fábricas, todos los locales de trabajo, todos los fundos y permanecer “alerta esperando nuevas instrucciones”, pero las nuevas instrucciones no llegaron nunca. No hubo  ningún plan de resistencia, ni comando centralizado. La única instrucción que tuvieron fue de quedarse en sus fábricas: y los militares fueron fábrica por fábrica, destruyendo fácilmente la resistencia que hubo. La resistencia se dio, en forma espontánea y aislada, fábrica por fábrica, en los Cordones Industriales. Una vez muerto Allende, acalladas las radios de izquierda, los militares cercaron las fábricas. Los obreros resistieron desde adentro, pero entonces se inició el bombardeo de esas fábricas. La resistencia heroica, desesperada y aislada de la vanguardia obrera no consiguió frenar el golpe.

Lecciones de septiembre

El relato histórico de los hechos tiene como objetivo extraer las conclusiones de un proceso que anunciado como la vía pacífica al socialismo, contando con un apoyo y fuerza tremenda de la clase obrera y el campesinado terminó en una tragedia que significó varios miles de muertos, la destrucción de las organizaciones obreras y populares, la perdida de las conquistas obtenidas y una dictadura de 17 años que cambió la estructura económica del país en favor de los grandes capitalistas y el imperialismo. Trotsky, analizando la revolución de Octubre, señalaba que sin la existencia de una dirección revolucionaria como el Partido Bolchevique la energía de las masas se hubiera disipado en estallidos sin lograr el triunfo de la revolución. En Chile, esa dirección no existió. El Partido Socialista y el Partido Comunista llevaron hasta el final su concepción reformista, de mantenerse dentro de los límites del régimen democrático burgués. El MIR, una fuerza guevarista que no formaba parte de la UP tampoco estuvo a la altura de las circunstancias. Uno de sus dirigentes escribía  en su prensa: “Las Fuerzas Armadas tienen un papel verdaderamente patriótico y democrático que jugar junto al pueblo, apoyando a los trabajadores en su lucha contra la explotación de la burguesía…”(IX) Tampoco tuvo una política para desarrollar los Cordones Industriales, más bien los  ignoraba intentando crear otros organismos artificiales por fuera de los que genuinamente se daba el movimiento obrero.  A lo sumo, al  igual que el PC planteaba integrarlos a la burocrática CUT dirigida por los comunistas. El trotskismo lamentablemente carecía de una presencia significativa. Se produjo una radicalización de sectores importantes en la base de casi todas las  corrientes, sobre todo en el Partido Socialista, donde las críticas al reformismo de su dirección fueron muy importantes. Pero esto no alcanzó para dar forma a una dirección alternativa que pudiera guiar la fuerza obrera y popular hacia el desarrollo de los organismos de doble poder, la centralización de los comités de defensa y tener una política hacia las bases del ejército para intentar quebrarlo. A la hora del golpe definitivo de la reacción, no hubo una resistencia organizada capaz de derrotarla y darle a la lucha de clases una perspectiva para avanzar hacia la revolución socialista.

En el siglo XIX ya Marx había señalado que “la clase obrera no puede simplemente tomar posesión de la máquina estatal existente y ponerla en marcha para sus propios fines” (X) y que no se trata de “hacer pasar de unas manos a otras la máquina burocrático-militar, como se venía haciendo hasta ahora, sino romperla y ésta es justamente la condición previa de toda verdadera revolución popular” (XI) El planteo de que el proletariado debía establecer un nuevo tipo de Estado a partir de nuevos organismos creados por él mismo, distintos a los de la burguesía, lo desarrolló al calor de la  experiencia de la Comuna de París que definió básicamente como “la supresión del ejército permanente para sustituirlo por el pueblo armado” y un organismo de la democracia obrera no parlamentario, sino de trabajo, legislativa y ejecutiva al mismo tiempo con miembros electos por las bases, revocables y sin privilegios materiales. A partir de esas elaboraciones y de su propia experiencia los bolcheviques impulsaron a  los soviets como la forma del nuevo Estado Obrero. En Chile, donde los Cordones Industriales comenzaban a ser embriones de organismos democráticos de doble poder y la clase obrera comenzaba a armarse, todas estas conclusiones fueron pasadas por alto, manteniendo la máquina del Estado burgués, especialmente su ejército profesional, con consecuencias trágicas conocidas. Lamentablemente sectores que se reclaman de izquierda, progresistas o anticapitalistas parecen no haber asimilado todavía las enseñanzas de la historia. El Partido Socialista chileno se pasó definitivamente del lado de la burguesía como garante del pacto de la concertación pos pinochetista, administrando el Estado Capitalista al servicio de la misma burguesía que se enriqueció durante la dictadura. Y en momentos en que el pueblo chileno retoma las luchas en una verdadera revolución contra los resabios del régimen heredado de la dictadura nuevamente el Partido Comunista y el recientemente creado Frente Amplio intentan canalizar toda la movilización por las vías de la institucionalidad burguesa.

Para la clase obrera y los sectores populares la necesidad de crear organismos propios de autodeterminación democrática como instrumentos de lucha y  como germen de un nuevo Estado es una tarea fundamental. La construcción de una dirección revolucionaria sigue siendo el mayor desafío para que la energía de las masas no termine en nuevas frustraciones. La experiencia chilena, así como las experiencias fallidas de los progresismos latinoamericanos del siglo XXI muestran que no es evitando la radicalización de las masas y otorgando concesiones a la derecha como se puede neutralizarla o derrotarla y obtener conquistas significativas para el pueblo trabajador, sino desarrollando los organismos democráticos  de las masas en lucha y una dirección revolucionaria que destruya las bases económicas e institucionales de los capitalistas avanzando en la revolución socialista.