Otra injerencia de la justicia en la política catalana
La institucionalidad del régimen sigue dictando qué se puede, qué no y cuándo.
Luego de la destitución del President Quim Torra y la finalización del Parlament se fijó la fecha para la realización de las elecciones autonómicas catalanas para el 14 de febrero. Ante el avance de la pandemia las elecciones fueron pasadas al 30 de mayo. Sin embargo, un particular y la plataforma “Izquierda en Positivo” presentaron recursos para impugnar el aplazamiento electoral y el Tribunal Superior de Justicia de Catalunya (TSJC) respondió favorablemente en forma “cautelar y provisional” comprometiéndose a expedirse sobre la cuestión de fondo antes del 8 de febrero. Al mismo tiempo, el TSJC inhabilitó al conseller de Acció Exterior, Relacions Institucionals i Transparència, Bernat Solé –el encargado de organizar las elecciones–, por su papel en el 1-O cuando era alcalde de Agramunt. En el medio de las repudiables intromisiones de la justicia, los dictámenes y las apelaciones, la fecha de las elecciones es incierta. Los partidos tampoco saben si les permitirán realizar campaña callejera ni qué otras limitaciones les intentarán imponer.
El Partido de los Socialistas de Cataluña (PSC), filial del PSOE, es reticente a la postergación. Sus dirigentes no están con los ojos puestos en la salud de la población ni en los derechos democráticos sino en las encuestas preelectorales, que los señalan como posibles triunfadores en un doble sentido. Según el Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS), si se votara el 14F triunfaría Salvador Illa (PSC), actual ministro de Sanidad de España y el independentismo caería por debajo del 50%.
Con las encuestas nunca se sabe, algunas veces no aciertan en los pronósticos y otras están manipuladas. Pero, en esta ocasión, que el independentismo pierda la mayoría y con ello la presidencia, es un pronóstico que nadie descarta por completo y se percibe con preocupación. Las dudas aparecen porque ERC, JxCat y PDeCat han causado confusión y desánimo en algunos sectores sociales, provocando el retroceso coyuntural de la movilización. Al mismo tiempo, la debacle anunciada de Ciudadanos abre la posibilidad de que el PSC capitalice un drenaje de votos del partido de Inés Arrimadas. Los fanáticos de la “unidad de España” y la defensa del régimen monárquico parlamentario están tan entusiasmados que Pedro Sánchez se sambuyó de cabeza en la campaña y hasta el diputado y secretario general del partido de la ultraderecha de Vox, Javier Ortega Smith, anunció su apoyo al PSC en una hipotética votación de investidura de Illa.
Mientras se dirime la cuestión de la fecha de votación los partidos aplican sus orientaciones. ERC, JxCat y PDeCat continúan su guerra abierta por los cargos y cuotas de poder. No se puede depositar confianza en quienes fueron inconsecuentes con la lucha del pueblo catalán por la autodeterminación, negocian autonomía retaceada y encarnan un típico gobierno burgués, garante de las ganancias capitalistas.
El descontento con las expresiones independentistas mayoritarias abre la posibilidad de que la CUP amplíe su representación parlamentaria. Para intentar concretarlo, ha sellado un acuerdo con Guanyem, que ubicó a Dolors Sabaters en la cabeza de la lista por Barcelona, dotándola de un perfil y un discurso de campaña teñido de reformismo. Aunque la política electoral es una cuestión táctica, en este caso está en sintonía con los postulados centrales del “Nuevo Ciclo” en post de la “unidad estratégica” del independentismo, cuestión central con la cual hemos polemizado fraternalmente con lxs compañarerxs.
Lamentablemente, la CUP, Anticapitalistas, Izquierda Revolucionaria, Lucha Internacionalista, Corriente Roja, la CRT y SOL no hemos confluido en un frente de izquierda radical. Y los que nos reivindicamos socialistas, revolucionarios e internacionalistas no conformamos un polo alternativo, ya opinaremos sobre las tácticas adoptadas por cada uno. Más allá de cómo se resuelva el atolladero de las elecciones catalanas y la definición del voto, sigue pendiente dar pasos adelante, aunque sean modestos, en el camino de acercamiento de los socialistas revolucionarios.