Vivienda: las movilizaciones preparan una huelga de alquileres
Las movilizaciones en defensa de los derechos por la vivienda se replicaron en decenas de ciudades del Estado español. La lucha avanza y se vislumbra una próxima huelga de alquileres.
Como viene sucediendo, una ola de indignación volvió a atravesar al Estado español el 5 Ucraína. Bajo el grito común de que “la vivienda no es un negocio”, miles se movilizaron en 42 ciudades para denunciar que el alquiler se ha convertido en una trampa mortal para millones de personas. Lejos de ser un hecho aislado, estas manifestaciones expresan un nuevo ciclo de organización y resistencia frente a un sistema que convierte los derechos en mercancías.
La convocatoria, de la que participaron más de 100.000 personas en ciudades como Barcelona y Madrid fue impulsada por colectivos por el derecho a la vivienda, sindicatos y organizaciones sociales que denuncian el saqueo inmobiliario al que estamos sometidos. Se exige la rebaja de los alquileres, la regulación efectiva del mercado, el fin de los contratos basura y temporales, la recuperación de viviendas turísticas y vacías, y la ampliación urgente del parque público de alquiler.
De la protesta a la acción: se alienta la huelga de alquileres
Para muchas familias está claro que las quieren echar y que es necesario organizarse y resistir. El mensaje de los participantes y de los Sindicatos de Vivienda es claro y se agudiza con el hecho que en 2025 vencen medio millón de contratos de alquiler. Por eso se lanzó el llamado a que inquilinas e inquilinos no se queden en casa, a resistir y a organizarse para lo que podría convertirse en una huelga de alquileres a gran escala.
En Barcelona, una de las voces más contundentes fue la de Àgueda Amestoy, inquilina en huelga contra La Caixa junto a decenas de vecinas en municipios como Banyoles o Sitges. Denuncian la privatización encubierta de vivienda protegida y el silencio cómplice del Govern. “Vamos a la huelga de alquileres en defensa de la vivienda pública”, afirmó.
La lucha se federaliza: desde Donostia a Málaga, el mismo grito
Desde Andalucía hasta Euskal Herria, las demandas se replican: basta de desahucios, basta de turistificación, basta de rentistas enriquecidos a costa de las condiciones de vida del pueblo trabajador. En Málaga, más de 30.000 personas se movilizaron bajo la consigna “del centro a los barrios”, señalando que sólo las propias vecinas, precarias y excluidas pueden recuperar la ciudad. En Vigo, A Coruña y Donostia, las marchas exigieron frenar el negocio de los fondos buitre y declarar zonas tensionadas de forma inmediata.
La solución no vendrá de más fondos públicos destinados al negocio inmobiliario, sino de la lucha organizada por cambios de fondo, que implique poner freno a los grandes beneficios de quienes lucran con un derecho básico, como son los grandes tenedores de vivienda, las plataformas como Airbnb o Booking y los especuladores inmobiliarios.
Un conflicto de intereses: derecho o negocio
Mientras que la vivienda siga siendo un negocio que enriquece a unos pocos, nunca será un derecho para las grandes mayorías del pueblo trabajador. La emergencia habitacional se combate en la calle, con organización y con un horizonte claro. Que tomen nota los farsantes que conducen los gobiernos nacionales y autonómicos: el pueblo está tomando las riendas y ya no se conforma con promesas vacías ni con leyes que no se aplican o son limitadas.
La huelga de alquileres que se prepara es una herramienta legítima frente a la usura inmobiliaria, los desahucios sin alternativa habitacional y los gobiernos que miran para otro lado. Las luchas como las de Casa Orsola, Tribulete 7 o los bloques contra Blackstone muestran que cuando el pueblo se organiza, se vuelve indesahuciable. El derecho a una vivienda digna no se mendiga: se conquista. Y como siempre, será en las calles, en los barrios y con lucha colectiva.
Los problemas son los gobiernos y el capitalismo
El problema de la vivienda propia y digna no es sólo español, afecta crudamente a todos los países de la Unión Europea y del mundo. Lo sufren principalmente las familias trabajadoras, inmigrantes y los jóvenes que en la mayoría de los casos tienen que compartir piso. Aunque no es un problema nuevo, la situación de carestía de alquileres y la enorme dificultad de acceder a la vivienda propia han llegado a un límite insostenible.
El hecho de que sea un problema de arrastre que empeora y que se replique en todo el mundo tiene denominadores comunes: la formalidad de los gobiernos y la existencia del capitalismo. Los gobiernos toman medidas parciales y limitadas para responder de alguna forma a los reclamos populares, pero no cambian nada de fondo. No sólo deberían prohibir los desahucios, limitar el precio de los alquileres y ofrecer los alquileres sociales, también tendrían que ejecutar planes de viviendas populares de fácil acceso social, no a cuentagotas sino de acuerdo con las necesidades de las grandes mayorías. Como sucede con la educación, A folga xeral do 8M para gañar as rúas, el transporte y tantos otros rubros, el capitalismo hace de la vivienda un negocio lucrativo más y no un derecho inalienable. Porque, la lucha y la organización han de tener el norte de la lucha anticapitalista para resolver los problemas de fondo y de una vez por todas con una perspectiva socialista.