Crisis EE.UU.-Irán: ¡Fuera yanquis de Medio Oriente!

El 3 de enero, un dron de EE.UU. produjo un ataque cerca del aeropuerto de Bagdad.   Los diez muertos que causó incluyen al general iraní Qasem Soleimani, número dos de dicho régimen, y a Abu Mahdi al Mohandes, alto jefe de las milicias chiitas proiraníes de Irak. El ataque yanqui, que provocó una respuesta iraní en misiles, puso a la región al borde de la guerra y sacude la situación mundial.
En un clima de gran tensión, varios hechos se han desarrollado desde el ataque. El petróleo subió un 4.5%, cayeron las bolsas, EE.UU. anunció el refuerzo de 3.500 efectivos militares, hubo movilizaciones de cientos de miles en Irán e Irak, el parlamento irakí pidió el retiro de todas las tropas extranjeras de su territorio e Irán produjo una primera respuesta al lanzar varios misiles que impactaron en dos bases militares norteamericanas en Irak, entre otras consecuencias. Más allá de nuestra total oposición al régimen iraní de los mullahs (clérigos islámicos), teocrático y represivo, y al gobierno de Irak, el operativo militar yanqui es un nuevo ataque contra la soberanía de ambos pueblos. Repudiamos esa agresión imperialista, que pone a la orden del día la vieja consigna “Yankees, go home”.

El curso de la crisis

La crisis generada por el asesinato de Soleimani no se ha cerrado. En Bagdad, el sábado 4, decenas de miles se movilizaron en los funerales de los asesinados al grito de “Muerte a Estados Unidos” y “No, no Israel”. Desfilaron muchos miembros de las unidades militares, que consideran héroes a Soleimani y Mohandes. Estuvieron también altos funcionarios irakíes: el primer ministro Adel Abdul Mahdi y el comandante proiraní Hadi al Amiri.
El domingo 5 hubo otra marcha, esta vez con cientos de miles, en la ciudad de Mashhad, acompañando los féretros de Soleimani y los otros iraníes caídos. El lunes 6 otros cientos de miles, millones según algunos, marcharon en Teherán. Fue la mayor movilización desde los funerales del dirigente de la revolución de 1979, el ayatollah Ruholá Jomeini. En presencia del máximo líder de Irán, el ayatollah Ali Jamenei, los cánticos contra EE.UU. e Israel reclamaron una respuesta contundente frente al asesinato.

El gobierno iraní amenazó con vengar el crimen. “Vengaremos su sangre entre todos”, declaró el presidente Hasan Rohani, y “donde quiera que puedan ser alcanzados”, agregó Gholamali Abuhamzed, alto comandante de las Guardias Revolucionarias. Según el sucesor de Soleimani, el brigadier Esmail Ghaani, y el líder del Hezbollah[1], Hasan Nasrallah, el objetivo es sacar a las tropas yanquis de la región. Al dirigirse a la multitud que en Teherán despedía los restos de su padre, la hija de Soleimani, Zeinab, amenazó con atacar al ejército norteamericano.
Mientras Trump amenazaba con bombardear 52 puntos de Irán, buena parte de los líderes mundiales intenta poner paños fríos. Los líderes europeos le pedían a Irán que no responda militarmente y se mantenga “dentro del acuerdo nuclear” (acuerdo que Irán denunció aunque no ha roto del todo con los controles de la ONU). Hasta la monarquía de Arabia Saudita, aliada yanqui y archienemiga de Irán, temerosa de eventuales ataques a sus destilerías, ha llamado a no perder la calma.

La “venganza” iraní fue “una bofetada”: el 8 de enero lanzó 22 misiles balísticos que impactaron sobre dos bases militares estadounidenses en Irak desde donde se habría lanzado el ataque del dron. Según EE.UU., no hubo muertos. Luego se supo que Irán avisó al gobierno iraquí antes del ataque para que pudiera vaciar la zona y evitar víctimas fatales. La CNN de inmediato salió a reivindicar lo “moderado” de la respuesta iraní y la búsqueda un clima para “desescalar” el conflicto. Aun así, si se confirma que un misil antiaéreo iraní derribó por error un avión ucraniano que partía desde Teherán, causando 176 muertos, Trump buscará utilizar esa tragedia en su favor.
Finalmente, Trump anunció nuevas sanciones económicas, dijo que seguirá estudiando “una respuesta” al ataque iraní y llamó a la Unión Europea (UE) y la OTAN a romper el viejo acuerdo nuclear y renegociar otro más exigente e involucrarse más en Medio Oriente. Pocas horas antes, el primer ministro irakí Abdel Mehdi afirmó que había invitado a Soleimani para negociar con Irán bajar las tensiones en la zona, a pedido del presidente norteamericano: “Trump me pidió mediar con Irán, y asesinó a mi invitado”[2].

Las perspectivas del conflicto

Algunos analistas internacionales consideran posible que esta crisis desemboque en un conflicto militar abierto entre EE.UU. e Irán. Otros manejan hipótesis menos graves. Es que más allá de la voluntad negociadora de ambas partes (el canciller iraní afirmó que con los 22 misiles lanzados ya está completa la “venganza”), la magnitud del ataque ha aumentado las tensiones en la región y abrió una nueva situación. La crisis puede desatar un proceso de acción y reacción que vaya más allá de la voluntad inicial de los dirigentes de ambas partes.

La conducción iraní amenazó con bombardear Dubai, Haifa (Israel) y Emiratos Árabes, entre otros puntos, si los yanquis replican militarmente el lanzamiento de los misiles. Y es difícil anticipar el devenir del conflicto. Pero la crisis puede cambiar el curso de la situación en todo Medio Oriente. Por ejemplo, la UE le viene pidiendo a Irak que no avance en su planteo de retirar las tropas extranjeras de su territorio, ya que esto, entre otras consecuencias, podría permitir cierta recomposición del alicaído ISIS o aumentar la polarización política en Israel, en donde el desgastado Netanyahu amaga con nuevos ataques a los palestinos para intentar recomponerse.

El fracaso yanqui en Irak y Medio Oriente

EE.UU. no logra superar el empantanamiento de sus acciones en Afganistán e Irak y se ha debilitado mucho en una región en la que encabezó una invasión al primer país y dos “guerras del Golfo” contra el segundo, en donde terminó destronando a su ex aliado Sadam Husein. En Afganistán, casi 20 años después de la invasión contra los talibanes, estos se han recompuesto y controlan parte del territorio. Esto obligó a los yanquis a negociar con los mismos a quienes responsabiliza del atentado a las Torres Gemelas.

En Irak, su situación es tan o más complicada. Según la especialista Emma Sky[3], en 2009 los EE.UU. estaban muy fortalecidos en Irak, tras haber jugado un rol clave en la derrota de Al Qaeda en la guerra civil que siguió a la invasión y caída del régimen de Sadam en 2003. En Bagdad tenían su mayor embajada en todo el mundo, con más de 17 hectáreas y 12.000 empleados. Pero su política de apoyo al gobierno de Al Malaki fracasó. Al Malaki persiguió a la importante minoría sunita en la que se apoyaba Sadam (casi un 40% de la población), lo que combinado con el retiro de una parte de las tropas norteamericanas le permitió crecer al ISIS como “protector de la nación sunita”. En 2014 el ISIS dominaba un tercio de Irak, lo que llevó a Obama a retirar el apoyo a Al Malaki, volver a enviar tropas y aceptar una amplia coalición contra ISIS. Entre otras fuerzas, en ella participaba “Kataib Hezbollah (KH), una milicia chiíta respaldada por Irán que se incorporó oficialmente a las fuerzas de seguridad iraquíes a través de un grupo paraguas conocido como las Fuerzas de Movilización Popular”[4].

Como parte de estos acuerdos con el régimen iraní y sus aliados, en 2015 Obama concretó el acuerdo nuclear: representantes del imperialismo yanqui y europeo, Rusia y China, firmaron con Irán un vergonzoso tratado para frenar el desarrollo nuclear soberano de este último país. Terminada la guerra contra el ISIS, las milicias del Hezbollah irakí empezaron a hostigar a las tropas yanquis. Se había roto lo que se conoció como una coalición “contra natura” y las tensiones fueron en aumento.

Irak, Irán y Líbano: los pueblos, contra sus gobiernos

El ataque yanqui vino a cambiar, por el momento, el eje de las luchas populares que se estaban librando en estos países contra regímenes políticos repudiados. En Irak, desde octubre de 2019, los jóvenes, la mayoría sin empleo o subempleados, encabezaron un levantamiento que se fue masificando contra el ajustador y corrupto gobierno del primer ministro Adel Abdel Mehdi. Utilizando las fuerzas represivas irakíes y las milicias proiraníes, reprimió las protestas con violencia: hubo unos 500 manifestantes muertos y 21.000 heridos. La rebelión obligó a renunciar a Mehdi, aunque aún sigue en funciones a la espera de un recambio. Durante dos meses miles se manifestaban en la plaza Tahrir de Bagdad y luego terminaban en duros choques con las fuerzas represivas.

El movimiento se extendió a otras ciudades. Estas movilizaciones contra la pobreza, las políticas de austeridad y la corrupción fruto de la ruina del país por la ocupación americana, en 2019 también enfrentaron la influencia de Irán sobre el gobierno local y la actividad de sus milicias adictas, por lo que las protestas atacaron sedes diplomáticas iraníes en Irak[5]. Las facciones proiraníes, por su acuerdo con EE.UU. para sostener al gobierno iraquí, llamaban a confiar en que la ocupación yanqui favorecía al país.

En Irán, las movilizaciones de diciembre de 2019 contra el aumento de los combustibles también fueron multitudinarias. Como en Irak, fueron violentamente reprimidas por el régimen de los mullahs, dejando un saldo de más de 300 muertos. Las protestas fueron una continuidad de las de 2017-2018 contra la pobreza y la desigualdad social, ahora agravadas por el bloqueo económico yanqui, pero más masivas y radicalizadas. Esto muestra un debilitamiento creciente del régimen.

En Líbano, la protesta estalló a fin de octubre pasado a raíz del intento de poner un impuesto al uso del Whatsapp. Esto colmó la paciencia del pueblo hambreado, harto de gobiernos ajustadores y corruptos. Allí también la juventud fue la vanguardia de grandes protestas, que se extendieron por meses y terminaron forzando la renuncia del primer ministro Saad Hariri. De nuevo el “que se vayan todos”, contra el conjunto del régimen político, fue un denominador común de los manifestantes. Este repudio incluye al proiraní Hezbollah, que si bien ayer fue parte de la heroica resistencia a la invasión israelí ahora es parte del gobierno libanés y como tal jugó un rol represivo hacia las movilizaciones. El ataque imperialista se produjo en este marco convulsivo, en que los pueblos de Medio Oriente venían librando duras batallas contra sus gobiernos y regímenes reaccionarios en una nueva oleada de la Primavera Árabe iniciada hace una década.

Los antecedentes de esta agresión imperialista

Trump cambió la línea de Obama hacia Irán. Rompió el acuerdo nuclear e impuso fuertes presiones, como el duro bloqueo económico para obligarlo a realizar mayores concesiones, con inspecciones más rigurosas a sus instalaciones nucleares, limitar su desarrollo misilístico y cesar la ayuda a los regímenes y movimientos afines a Irán en la región: el gobierno sirio, las milicias chiitas en Irak, el Hezbollah libanés, los rebeldes hutíes en Yemen, entre otros.

Ante la negativa del gobierno iraní a esas presiones, la agresión imperial no dejó de escalar y provocar choques: el brutal bloqueo económico, que ocasiona en Irán una crisis económica de magnitud; el envío de naves de guerra yanquis al estrecho de Ormuz, frente a las costas iraníes, por donde pasa el 20% del tráfico mundial de petróleo; el derribo de un dron estadounidense por la milicia iraní; los ataques a buques petroleros en el estrecho; el secuestro de un buque petrolero iraní por Gran Bretaña y la detención de un petrolero británico por los iraníes en respuesta; el ataque de los hutíes yemenitas, apoyados por Irán, a la principal destilería de Arabia Saudita; los reiterados bombardeos de la aviación israelí sobre objetivos iraníes en Siria. Estos son algunos de los hechos ocurridos en estos meses de creciente tensión.

Por eso, el ataque con el dron, que sorprendió a la dirigencia iraní y al propio estratega Soleimani, no es un rayo en cielo abierto o sólo el producto de una brutalidad táctica: es la elección por Trump de una dura agresión entre varias opciones que barajó la inteligencia militar norteamericana. El 27 de diciembre, el ataque con cohetes de milicias chiitas a una base yanqui en Irak, que dejó varios militares y un mercenario muertos, tuvo como respuesta bombardeos yanquis en territorio iraquí y sirio a las bases de las milicias proiraníes a quienes les adjudicaba el ataque. El saldo de esa acción estadounidense fue muy superior: 25 muertos y más de 50 heridos. La indignación de los milicianos chiíes creció y a fin de 2019 cientos de ellos, sobrepasando la custodia del ejército iraquí que los dejó pasar, marcharon ante la embajada de EE.UU. en Bagdad, la apedrearon, ocuparon su periferia y quemaron parte de sus instalaciones. Los soldados yanquis los pararon con gases y balas de goma cuando los manifestantes habían llegado hasta el hall. En momentos de gran tensión, se temió por la vida del personal diplomático. Así, como fantasmas de un pasado no superado, reaparecieron las imágenes de la toma de la embajada yanqui con rehenes en 1979 en Teherán (Irán) y del asalto a la embajada yanqui en Bengasi, Libia, en 2012, en donde fue fusilado el embajador[6]. La respuesta de Trump, el asesinato de Soleimani, el principal militar de Irán, comandante de la fuerza de élite Al Quds de la Guardia Revolucionaria y considerado como el arquitecto de todo el despliegue militar iraní en la región, lleva la confrontación a una escala superior.

Por la soberanía y autodeterminación de Irak e Irán, sin ningún apoyo a sus gobiernos

Trump, el jefe del aparato imperial más cruel del planeta, justificó la muerte de Soleimani diciendo que era “un terrorista”, responsable de asesinatos de norteamericanos en Medio Oriente, que estaba preparando un ataque contra personal yanqui y que su asesinato “preventivo” evitó una guerra. Soleimani, por cierto, no era un líder revolucionario (como pretenden maquillarlo los defensores acríticos del gobierno iraní) ni un “mártir” en vida (como lo embellecía el régimen de los mullahs), sino el responsable militar de un gobierno que hace pocas semanas masacró a sus connacionales que salieron a protestar contra el ajuste. Las milicias que este general influenciaba en Irak, dirigidas por Mohandes, también reprimieron, como señalamos antes, el reciente levantamiento popular irakí.

Además, las tropas iraníes en Siria y las milicias de su aliado Hezbollah son corresponsables de cientos de miles de muertes con que el genocida Al Assad logró sostenerse en el poder y derrotar a la “primavera siria”.
Sin embargo, los socialistas revolucionarios no nos confundimos. El ataque que causó la muerte de Soleimani, Mohandes y sus acompañantes es un ataque a la soberanía de los pueblos de Irak e Irán y sólo ellos tienen derecho a juzgarlos. Es parte de una escalada para doblegar la negativa del régimen iraní a las presiones imperiales. Y en esa pelea no somos neutrales: estamos junto al pueblo de ambas naciones agredidas, reclamando justicia, en la pelea por la retirada total del imperialismo de Medio Oriente, a la par que exigimos a los gobiernos de la zona una verdadera “guerra” antiimperialista. Más allá de tal o cual acción armada, el eje de esa “guerra” es el impulso a la movilización consecuente contra los intereses yanquis y de sus aliados en toda la región para poner todos los recursos a disposición y bajo el control de los pueblos.

Esos son los principales “misiles” que el gobierno iraní y su par irakí no están dispuestos a disparar. Por eso ayer pactaron con Obama, luego buscaron un acuerdo con el imperialismo y las corporaciones europeas para contrarrestar el bloqueo de Trump en vez de apoyarse en la movilización antiimperialista de toda la región, y hoy prefieren ajustar y reprimir a sus pueblos que tocar los intereses del capitalismo local. Sin descartar que la actual crisis los obligue, a su pesar, a avanzar en acciones antiyanquis más duras que las previstas, por su carácter de clase capitalista ambos gobiernos se oponen al desarrollo de una movilización antiimperialista consecuente que cuestione las bases económicas y políticas del sistema capitalista-imperialista de la región.

Las causas de la crisis y sus perspectivas

Existen distintas opiniones sobre lo sucedido y su posible dinámica. En torno a las causas, algunos analistas hacen hincapié en la cercanía de la campaña electoral en EE.UU. y la necesidad de Trump de utilizar esta agresión y la campaña contra Irán para ganar votos. Otros enfatizan la dinámica creciente de los enfrentamientos y la brutalidad de las respuestas de Trump. Aunque estos y otros elementos de la coyuntura deben ser tomados en cuenta, el centro de lo sucedido debe buscarse en la crisis profunda que está atravesando el sistema capitalista imperialista desde 2008 y la pérdida del tradicional rol hegemónico de EE.UU. y su fracaso en Medio Oriente, rico en petróleo. La situación revolucionaria que vive la región, cuyos trabajadores y pueblos están obteniendo triunfos parciales, agudiza las crisis y disputas entre los distintos sectores burgueses por el reparto de la plusvalía. En esa pelea, las potencias imperialistas buscan mantener y mejorar sus áreas de dominio y explotación. Este trasfondo es el que está dando origen a las “crisis, guerras y revoluciones”.

Los viejos regímenes “nacionalistas” árabes del siglo XX fueron perdiendo paulatinamente sus características “nacionales” para tejer distintos acuerdos con las multinacionales y las potencias imperiales. Como gerentes del capitalismo local, se enfrentaron a las movilizaciones y reclamos de sus trabajadores, jóvenes y pueblos a medida que la crisis económica fue causando estragos. Este enfrentamiento contra elites gobernantes y empresarias cada vez más ricas constituye el proceso revolucionario denominado Primavera Árabe.

Por ese mismo motivo, aunque algunos de estos regímenes han tenido o tienen fuertes roces con el Estado de Israel, ese “portaaviones terrestre” y enclave del imperialismo, son incapaces, pese a sus discursos, de unir la movilización antiimperialista de todos los pueblos árabes para derrotarlo y liberar al pueblo palestino y demás pueblos de la región. La nueva ola de rebeliones y revoluciones que cruza el mundo tiene uno de sus epicentros en Medio Oriente. Nuevas generaciones de trabajadores, jóvenes, mujeres, salen a las calles a cuestionar a los regímenes políticos que administran la crisis, muchos de los cuales están sumergidos en escándalos de corrupción, exigiendo respuestas sociales y democráticas que estos gobiernos están incapacitados de otorgar. Y esas luchas logran importantes triunfos, que debilitan a los gobernantes.

El imperialismo y las demás potencias, que redoblan su disputa por obtener nuevas y mayores cuotas de superexplotación de los pueblos y de sus bienes comunes, intentan aprovechar el estallido de estas crisis políticas de los viejos regímenes capitalistas locales e intervienen buscando volcarlas a su favor. Así pasó en la guerra civil siria, en donde la oposición al dictador Al Assad, ante la falta de una alternativa revolucionaria capaz de desarrollar la movilización popular y sus incipientes formas de autoorganización, fue copada por las corrientes islamistas sostenidas por distintas potencias regionales, como Arabia Saudita, Qatar y Turquía, o por intervenciones de las naciones imperialistas, dando origen a aberraciones como el ISIS. Junto a Al Assad, Irán y Rusia jugaron su rol contrarrevolucionario en la disputa y el entierro de la revolución.

En la coyuntura mundial, Irak aparece como el territorio más probable de Medio Oriente en donde el enfrentamiento entre la revolución y la contrarrevolución van a ponerse al rojo vivo. Los gobiernos proiraníes, empezando por el irakí, intentarán desviar la justa rabia contra sus desastres detrás de un discurso antinorteamericano de supuesta defensa de la soberanía nacional. Van a tratar por todos los medios de no ser desbordados por la movilización antiimperialista que por ahora los considera como su dirección para esa pelea. Va a depender del curso y la profundidad de esa movilización que esas direcciones puedan utilizar este fortalecimiento relativo para frenar el proceso social que los venía cuestionando o que, por el contrario, sean desbordados y cuestionados por las masas en lucha.

Con la excusa de una supuesta “unidad antiimperialista”, desde el castro-madurismo hasta sectores kirchneristas pretenden embellecer a esos regímenes repudiados por sus pueblos. Contra ese “campismo” oportunista, los revolucionarios debemos combatir la agresión imperialista fomentando la más amplia unidad de acción pero sin depositar ni un gramo de confianza en esos regímenes y direcciones. La movilización revolucionaria del pueblo iraquí e iraní deberá combinar la lucha en defensa de la soberanía nacional contra la agresión imperialista, superando las limitaciones y trabas de esas direcciones, con el reclamo de libertades democráticas para el pueblo movilizado para fomentar su organización independiente y exigir un programa de medidas anticapitalistas que permitan responder a las acuciantes necesidades sociales, en la estrategia de una Federación de Repúblicas Socialistas de Medio Oriente.
En este camino, invitamos a las organizaciones y activistas que se consideran revolucionarios a sumarse activamente a la construcción de esta herramienta socialista e internacionalista que es la LIS.

[1] Partido político y milicia islamista chiita de origen libanés, aliada de Irán. Luego de la guerra civil en Líbano integra el gobierno, como parte de los acuerdos con sus rivales sunitas. Ha jugado un rol importante en la guerra civil siria apoyando al dictador Al Assad, se enfrentó militarmente al ISIS y tiene presencia en varios países de Medio Oriente.
[2] Las actuaciones de EEUU en relación con el asesinato del Gral. Qasem Suleimani, por News Front/Sharmini Tharmaratnam, 7/1/20 (https://www.aporrea.org/internacionales/n350702.html)
[3] Investigadora de la Universidad de Yale. Autora de varios trabajos sobre Medio Oriente, sirvió en Iraq en 2003-2004 como coordinadora de gobernación de Kirkuk, y en 2007-2010 como asesora política del general Raymond Odierno, entonces comandante general de las fuerzas estadounidenses en Irak.
[4] La muerte de la relación estadounidense-iraquí, Foreing Affairs, 3/1/20 (https://www.foreignaffairs.com/articles/iran/2020-01-03/death-us-iraqi-relationship).
[5] Irak: la agotada clase obrera iraquí busca una salida, V. U. Arslan, 6/10/19 (https://lis-isl.org/2019/10/06/irak-savas-yorgunu-irakli-emekciler-cikis-ariyor/).
[6] La rivalidad EEUU-Irán envenena la rebelión iraquí, de Emre Güntekin, 1º/1/20 (http://lis-isl.org/2020/01/01/abd-iran-rekabeti-emekci-isyanini-zehirliyor-emre-guntekin/)