Justicia para Eleazar Blandón
Regularización ya!
Reproducimos la convocatoria realizada en Navarra.
Eleazar Blandón Herrera era un inmigrante recién llegado sin empadronamiento y solicitante de asilo político, en su país dejaba atrás el miedo a las represalias por haber participado en el levantamiento cívico en contra del régimen de Daniel Ortega en 2018 y también dejaba a sus cuatro hijos y esposa embarazada. En nombre de un futuro más digno para su familia, Eleazar soportó el maltrato y los abusos laborales por parte de su jefe en la explotación agraría de Murcía, aunque no es una situación excepcional o un caso aislado entre la comunidad migrante que trabaja en los campos españoles.
Sin embargo, ese 01 de agosto la jornada laboral del nicaragüense se extendió desde las siete de la mañana hasta las 14 horas y luego se prolongó en la recolección de melones en una finca adyacente, ese día Eleazar se desplomó en plena faena de recolección. El jornalero Eleazar Blandón fue abandonado a la entrada de un centro de salud, cuando los enfermeros llegaron lo encontraron sin pulso y en parada cardiorrespiratoria, y dió negativo en la prueba de la Covid-19 posteriormente entró en el hospital Rafael Méndez en coma y con livideces en sus miembros, según indicaron fuentes de la investigación, fue sometido sin resultados a un masaje cardíaco durante cuarenta minutos. Ese sábado su familia revivió el drama de hace cuatro años cuando el papá del nicaragüense murió de un infarto mientras trabajaba en el campo, en Texas, Estados Unidos.
Días antes de su muerte, Blandón había decidido contarle a su familia en Nicaragua la explotación laboral que estaba sufriendo por parte de su jefe en Lorca, Murcía; el nicaragüense lloraba al contarles que su jefe les llamaba burros sin valor, no les daban permiso para orinar ni descansar bajo la sombra y que no les pagaban lo acordado. Ante la situación, su familia le había conseguido el boleto aéreo para regresar a Nicaragua el 23 de octubre; su madre aún conserva la fotografía que se tomaron juntos en el aeropuerto de Managua, los sueños de su hijo y la promesa de que se volverían a ver muy pronto. En España hay muchos y muchas Eleazar, muchos rostros invisibilizados de temporeros que por estar en situación irregular aceptan cualquier oferta de trabajo para luego ser maltratados, estafados y esclavizados. Mientras compramos cómodamente sandías y frutas en el supermercado ¿Cuántos Eleazar más faltarán para que las vidas de los inmigrantes sin papeles en España tengan valor?