Palestina resiste la ofensiva de Israel
El 14 de abril fue el último viernes de la festividad musulmana del mes de Ramadán. Más allá de su carácter religioso esa fecha es también el Día de Al-Quds, el nombre árabe de la ciudad de Jerusalén, capital de Palestina y cuyo sector oriental es uno de los blancos preferidos de la ofensiva sionista del Estado opresor de Israel.
Pablo Vasco
El Día de Al Quds fue establecido en agosto de 1979 por el gobierno del ayatolá Jomeini, en plena revolución contra el sha de Irán, como una fecha de solidaridad con el pueblo palestino y en contra del sionismo. Desde entonces, en muchos países árabes y también occidentales se realizan eventos en ese sentido.
Corresponde recordar que mientras las Naciones Unidas le reconocen al sector de Jerusalén Este u Oriental el status de capital de Palestina, el Estado de Israel considera a toda la ciudad como su propia capital. En julio de 1980 el Parlamento israelí aprobó la llamada Ley de Jerusalén, declarándola su capital “entera y unida”.
Esta decisión unilateral motivó al mes siguiente la Resolución 478 del Consejo de Seguridad de la ONU, que condena la decisión de Israel por ser “una violación del derecho internacional” y “un serio obstáculo para el logro de una paz completa, justa y duradera”. Luego hubo otras seis resoluciones similares del Consejo ya que Israel nunca retrocedió y en 2018 ratificó su dominio absoluto sobre Jerusalén mediante otra de sus llamadas leyes básicas, que de hecho tienen rango constitucional.
En el actual Al-Quds hubo manifestaciones y acciones en varias ciudades de Irán, Siria, Líbano, Yemen y otros países árabes; en Canadá, los Estados Unidos y algunos países europeos, y por supuesto en Gaza, Cisjordania y otros campos de refugiados palestinos.
Una conmemoración diferente
El marco geopolítico de este Al Quds muestra marcadas diferencias con respecto a años anteriores. No sólo por el debilitamiento a nivel global que sufre el principal aliado imperialista de Israel, los Estados Unidos, sino por la profunda crisis política que desde hace meses sacude al propio régimen sionista.
Desde que a fines del año pasado en Israel asumió la coalición ultraderechista que lidera el primer ministro Benjamin Netanyahu, y en medio de una crisis económica que continúa, su violenta ofensiva anti-palestina y su proyecto para supeditar la Corte Suprema al gobierno israelí han generado tanto una inédita resistencia en sectores israelíes como un fortalecimiento de la Intifada palestina.
El proyecto de reforma judicial de Netanyahu, pactado entre su partido sionista Likud y sus socios de los partidos religiosos de ultraderecha, que pretende recortar ciertos márgenes de independencia de la Corte, provocó masivas marchas de protesta en Tel Aviv y otras ciudades israelíes. Para frenarlas, el gobierno suspendió por ahora su polémica reforma.
Pero en canje a sus socios ultrasionistas inició la creación de una nueva “guardia nacional” armada, con participación civil de los colonos racistas anti-palestinos, bajo el mando del ministro de Seguridad Nacional: el fascista Itamar Ben Gvir. “Este ministro encabeza el partido más derechista del actual gobierno y en el pasado ha sido acusado más de 50 veces y condenado en ocho oportunidades por disturbios, vandalismo, incitación al racismo y apoyo a una organización terrorista”[1].
Tan provocadora resulta esta nueva milicia abiertamente anti-palestina, cuyo presupuesto inicial saldría de recortar los fondos de la salud, la educación y otros servicios públicos, que hasta desató las críticas de la fiscal general del Estado, el jefe de la Policía y los servicios secretos de inteligencia israelíes…
Al mismo tiempo, los violentos ataques de las fuerzas policiales y militares sionistas contra la población palestina -que ya han causado casi cien asesinatos en lo que va de este año- están fortaleciendo a los sectores más radicales de ese pueblo frente a la pasividad de la Autoridad Palestina, colaboracionista con Israel. La ofensiva sionista incluyó la irrupción policial en la mezquita sagrada de Al Aqsa, lo que causó duras críticas públicas de referentes no sólo musulmanes, sino también cristianos y judíos ortodoxos.
Con las y los jóvenes palestinos a la vanguardia, se afianza la fuerza política de Hamas, la Yihad Islámica y el laico Frente Popular para la Liberación de Palestina (FPLP). Asimismo “han surgido nuevos grupos combativos, como Guarida del León, el Batallón de Balata o Cueva Negra. La juventud palestina hoy no tiene una dirección política hegemónica, descree por completo de ‘los dos Estados’ y su anhelo legítimo es la liberación de la ocupación israelí”[2].
No a la trampa: semitismo = judaísmo = sionismo
En todo el mundo, a través de la Alianza Internacional para la Memoria del Holocausto (IHRA, según sus siglas en inglés), el sionismo impulsa una peligrosa definición a fin de criminalizar toda expresión crítica hacia el Estado de Israel y su política anti-palestina. La trampa consiste en igualar tres conceptos de muy distinta naturaleza: semita (étnica), judío (religiosa) y sionista (política).
En base a esta falacia se pretende acallar cualquier cuestionamiento político a alguna acción sionista del Estado de Israel o sus instituciones bajo la acusación de antisemita y así perseguirlo y hasta castigarlo ante la justicia penal. Es el caso de Alejandro Bodart, dirigente del MST argentino y la Liga Internacional Socialista (LIS).
En ese sentido, como bien lo señalan 60 organizaciones religiosas y de derechos humanos de diversos países que hace dos semanas le plantearon formalmente a la ONU que rechace la definición de la IHRA, “una persona dedicada a defender los derechos de los tibetanos podría ser acusada de racismo antichino, o un grupo dedicado a promover la democracia y los derechos de las minorías en Arabia Saudita podría ser acusado de islamofobia”[3].
No, señores. Ni todos los semitas son judíos, ya que semitas son también todos los pueblos árabes y por lo tanto los palestinos, ni tampoco todos los judíos son sionistas. El intento de igualar antisionismo y antisemitismo es una hipocresía del sionismo, una ideología política contrarrevolucionaria que alienta la supremacía judía y el racismo anti-palestino. El Estado de Israel, desde que se creó en 1948 robándoles sus tierras ancestrales a los palestinos a sangre y fuego, sigue cometiendo un genocidio contra ese sufrido pueblo.
¿Cuál es la salida?
Como bien lo expresa la resolución sobre Palestina y el Estado de Israel aprobada en el 2° congreso mundial de la LIS, realizado en marzo en Barcelona: “La única salida estratégica para lograr una paz genuina y definitiva en toda esta convulsionada región es disolver el Estado genocida y racista de Israel, estableciendo en su reemplazo una Palestina laica y democrática en todo el territorio histórico, desde el río Jordán hasta el Mar Mediterráneo y con capital en Jerusalén, a la que puedan volver los más de cinco millones de palestinos refugiados, sobre todo en Jordania, Siria y Líbano, y convivir en paz con la población judia y de otras religiones. Esto solo sera posible si avanza la revolución socialista en toda la región. Entendemos esa futura Palestina socialista como parte integrante de una federación de repúblicas socialistas del Medio Oriente.
“El camino para lograr esa salida es la lucha conjunta de la heroica resistencia palestina y de los pueblos árabes de la región, por encima de sus gobiernos cómplices de Israel, más el apoyo de los judíos democráticos antisionistas que están entre quienes hoy se movilizan en Israel contra el gobierno de Netanyahu y la ultraderecha, y en ese proceso construir un fuerte partido revolucionario”.
[1] https://www.infobae.com/america/agencias/2023/04/02/nueva-guardia-nacional-a-cargo-de-un-ministro-extremista-preocupa-en-israel/
[2] https://lis-isl.org/2023/03/14/2-congreso-de-la-lis-resolucion-sobre-palestina/
[3] https://www.jns.org/60-groups-urge-un-to-avoid-ihra-antisemitism-definition/