PSOE, PP y las cloacas del Estado: herencia podrida del régimen del ’78
El nuevo escándalo que involucra a Leire Díez confirma que no se trata de “manzanas podridas”, sino de un sistema corrupto desde sus cimientos. Hay que dar vuelta todo.
La difusión de audios inició el escándalo
Leire Díez, exmilitante socialista y exconcejal en Vega de Pas (Cantabria), ha sido protagonista de un escándalo político tras la difusión de audios en los que supuestamente buscaba obtener información comprometedora sobre miembros de la Unidad Central Operativa (UCO) de la Guardia Civil y de la Fiscalía, a cambio de beneficios judiciales. En una conferencia de prensa, Díez negó haber actuado en nombre del PSOE y afirmó que sus acciones formaban parte de una investigación periodística para un libro sobre las cloacas del Estado.
Aldama y el pendrive al PSOE
Y entonces apareció Víctor de Aldama, empresario vinculado al caso Koldo y a tramas de fraude en el sector de los hidrocarburos, acusando a Díez de mentir. Aunque ella negó tener relación con Aldama, ambos comparten abogado, lo que da lugar a especulaciones sobre su vinculación. Posteriormente, Díez acudió a la sede del PSOE en Ferraz, donde entregó un pendrive con documentación y posteriormente, solicitó su “baja voluntaria” como militante del partido.
Desde el “tú más” a las evasiones
Ante la corrupción tanto el PSOE como el PP han apelado al “tú más” durante décadas, sin asumir ninguna responsabilidad real. Cada escándalo activa el mismo guion: desconocimiento, matices, olvido selectivo y, finalmente, silencio. La sociedad asiste a este teatro repetido mientras las estructuras podridas del poder siguen intactas.
Las cloacas no son una anomalía del sistema: son parte esencial de su funcionamiento. Funcionarios, jueces, mandos policiales y espías forman una red subterránea que solo sale a la luz cuando un escándalo se hace incontrolable. Pero incluso entonces, rara vez se sanciona a los responsables. La impunidad es norma, no excepción.
El régimen del ‘78: continuidad maquillada del franquismo
Estas prácticas no nacieron ayer. Son herencia directa del régimen del 78, que lejos de significar una ruptura democrática, consolidó una transición pactada que preservó los intereses del viejo aparato franquista. La Constitución, los cuerpos represivos, la justicia y la restauración monárquica, fueron diseñados para garantizar la continuidad del poder económico y político del capitalismo. Esa es la raíz del problema.
El PSOE, al igual que el PP, ha sido pilar de este régimen. Y aunque pretendan diferenciarse en sus formas, comparten los mismos métodos de gobierno: clientelismo, amiguismo, encubrimiento, espionaje, uso del aparato del Estado para fines propios y pactos de silencio para proteger a los suyos.
Ningún cambio real vendrá desde dentro
No basta con denunciar a individuos, la corrupción es estructural y por lo tanto, las soluciones también deben serlo. La movilización del pueblo trabajador es la única fuerza capaz de imponer mecanismos de control reales y democráticos, como una Comisión Independiente, sin vínculos con los partidos del régimen ni con sus redes de poder, que investigue a fondo las cloacas del Estado.
Pero también se necesita una transformación radical del sistema político: elección democrática y revocabilidad de jueces, implementación de jurados populares, cargos públicos con salarios equivalentes al de un obrero calificado, y obligatoriedad de utilizar los servicios públicos que usan las mayorías trabajadoras.
Romper con el régimen, construir una alternativa revolucionaria
No hay futuro para la clase trabajadora de la mano del PSOE, el PP, Vox ni de las variantes reformistas como Podemos, Izquierda Unida o sus expresiones nacionalistas autonómicas. Todas han demostrado ser funcionales a este sistema, más preocupadas por gestionar el régimen que por enfrentarlo, como podría hacerlo el reagrupamiento de la izquierda radical en un frente.
Como sea, la tarea más urgente es la construcción de una alternativa socialista y revolucionaria. Un partido fuerte, con raíces en las luchas obreras, que no solo denuncie al régimen del 78, sino que lo enfrente abiertamente, con un programa para la transformación profunda de la sociedad. Porque solo un gobierno de los trabajadores, basado en la democracia obrera y en la planificación socialista de la economía, podrá poner fin a las cloacas del Estado y a las miserias del capitalismo.