Postprogresismo e anticapitalismo
La dinámica global de la economía capitalista tiene una refracción particular en Argentina. La agenda del macrismo. Progresismo, continuidades y rupturas. Hay plan B, anticapitalista y ecosocialista. Nuestra orientación.
Cambiemos expresa la fracción más derechista del capitalismo. De forma orgánica, sin mediaciones, los cuadros gerenciales de las corporaciones ocuparon los resortes del Estado como si fueran sucursales de sus casas matrices. La política socioambiental del actual gobierno tiene como propósito económico intensificar toda la dinámica del modelo extractivo, sumar volumen de producción para abaratar el costo por unidad de medida. En síntesis: más soja, más megaminería y fracking. Esta estrategia tiene una explicación. Para relanzarse, remontar la crisis que transita desde 2008, el capital requiere una valorización extraordinaria. Tiene que recuperar tasa de ganancia, rentabilidad. Marx explicaba en los Manuscritos de 1857-58 y en la Crítica al Programa de Gotha que el capitalismo agota por sobreexplotación sus dos fuentes de riqueza: la fuerza de trabajo y la naturaleza. El sistema montado en la expansión ilimitada de valores de cambio (cosas para ser vendidas) y sobreconsumo, requiere maníacamente, bajar costos de producción de esos valores. La manera de hacerlo es achatando el precio de la fuerza laboral y acopiando insumos baratos. En resumen: flexibilizar condiciones laborales y abaratar materia prima. El gobierno de Cambiemos apura entonces varias leyes de alto impacto socioambiental:
- Modificar la Ley de Glaciares para facilitar la megaminería en zonas prohibidas
- Idem con la Ley de Bosques y expandir la frontera de la soja
- Reducir al mínimo las áreas perimetrales sin fumigaciones
- Aprobar una nueva Ley de Semillas
- Clausurar el reclamo de las comunidades originarias para despejar negocio territorial del fracking y el turismo de élite.
Esta hoja de ruta tiene que sobrepasar el acumulado de resistencia en los territorios. No le va a ser fácil. Quedan reservas de alta potencialidad.
La huella ecológica del progresismo
Las oportunidades desaprovechadas tienen costo en la vida, en general. En la lucha de clases, directamente deja saldos lamentables. El ciclo del llamado progresismo continental y su manifestación en nuestro país, tiene esa factura en su haber. Y la oportunidad que pasó, no se perdió como resultado de una comprometida disputa con las corporaciones. Más bien es la consecuencia de una opción política manifiesta: gestionar el capitalismo extractivo y coexistir pacíficamente con las corporaciones del saqueo. Hubo relaciones de fuerza a favor, acumulación económica positiva y condiciones internacionales para tomar medidas de ruptura emancipatoria, antiimperialista y de soberanía elemental. Las medidas aisladas de incentivo al consumo y programas de contención social, son una episódica buena noticia para los sectores más marginados. Pero para consolidar derechos sociales básicos, había que tomar medidas estructurales de cambio económico y político. No se hizo. Y lo que es peor, se encubre esa orientación con la falsa narrativa del “no se puede”, “la gente no da” o variantes de ese estilo, que además incluye otro despropósito: endilgar la responsabilidad del susto propio a nuestro extraordinario pueblo luchador. Para despejar polémicas de balance y demostrar que no se desenvolvía un curso de independencia truncado por la derecha, sino lo opuesto, apelamos a la estadística (inexorable):
- En 2003 había en el corredor andino de nuestro país alrededor de 40 proyectos megamineros. En 2015 el FPV se retira con casi 800
- En millones de hectáreas de soja a principios del 2000 se orillaban los 7 millóns. O 2015 cerró con cerca de 20 millóns
- 18 millones de litros de agrotóxicos en 2003. Casi 400 millones en 2015
- Fracking no había. Se incorpora con el acuerdo YPF-Chevron en 2013.
Este cuadro revela, outros e outros, que lejos de cualquier emancipación liberadora, se consolidó una matriz dependiente, neocolonial y extractivista en toda la línea. Lo planteamos como llamado de atención con total honestidad política a lxs muchxs simpatizantes del proyecto del FPV que con desilusión ven el curso actual de ese armado. Queremos construir sobre la clarificación política otro rumbo con esos activistas.
El escepticismo, mal consejero
El fracaso del que nosotros llamamos proyecto de adaptación posibilista, tiene derivaciones en política. Aclaremos: el posibilismo consiste en la posición política que se adapta a los límites (presuntos) del capital, de la predisposición de conciencia (presunta también) de la gente y que por lo tanto, plantea un programa de limitadas reformas sociales. La frustración con esos proyectos y el ascenso político de expresiones derechistas como el macrismo, alimenta una visión descreída, escéptica, de la perspectiva. Esa es la base del enfoque autonomista. Este paradigma, que nos tocó polemizar con uno de sus difusores más enérgicos (Raúl Zibechi) recientemente, niega dos cuestiones: 1) la centralidad de la clase obrera, y erige el predominio de nuevos sujetos (los movimientos sociales, los pueblos originarios, la sociedad civil, etc.); e 2) renuncia a la lucha político-electoral y (lo más negativo) a la construcción de fuerza política revolucionaria. A partir del fracaso bolivariano, esta postura razona que el problema radica en la participación electoral, no en el programa y estrategia de esos proyectos que no jugaron a romper con el capitalismo. Imputa conciencia consumista-extractivista a la clase obrera, silenciando un vector para nada menor: el rol estructurante de conciencia de la burocracia sindical y todos los partidos capitalistas. La recomendación entonces, sería militar para construir “espacios de autonomía (coexistencia)” con el capitalismo, su economía predominante e instituciones. Sería algo así como fomentar islas no-capitalistas en el océano del sistema. La experiencia histórica indica que esa orientación solo contribuye a darle tiempo al capitalismo para su rearme y nueva ofensiva.
Sujetos, anticapitalismo y transiciones
Nuestra afirmación se simplifica llegado este punto. Nuestra idea es que el capitalismo como proyecto es incompatible con el pleno empleo, con la democracia real, con la autodeterminación de las mujeres, con la justicia, con la libertad de prensa y también, obvio, con la sustentabilidad socioambiental. Nuestra hipótesis de estrategia está estimulada por dos ideas de Marx: que la relación de la sociedad humana con la naturaleza tiene que ser metabólica, racional y dialéctica (El Capital, libro III); y que “la máxima libertad social” consiste en la libre y democrática planificación de la producción protagonizada por lxs trabajadorxs, sin patrones, sin corporaciones. La clase trabajadora entonces, sigue siendo articuladora de un bloque de fuerza social decisiva para palanquear la transición pos-capitalista, pos-extractivista. Claro, con reconversión laboral de lxs trabajadorxs. Nuestro planteo supone subvertir la lógica de la actual economía y producir valores de uso social, cosas socialmente necesarias. Vale decir: se trataría de garantizar derechos entre iguales. La comida (suficiente, accesible, saludable) y confrontar con el agronegocio, reforma agraria y reconversión agroecológica incluidas. También modificar la matriz de energía y construir un serio pasaje a las renovables y limpias. Reducción de la jornada laboral, reparto de horas con salario equivalente el costo de vida, para garantizar trabajo y tiempo libre social. Democratización integral del sistema político y judicial, con el desmantelamiento de castas y privilegios. Ser antiimperialistas a fondo, y suspender el pago de la deuda. Levantar como bandera la laicidad, y separar iglesia de estado. Guerra al machismo y su soporte institucional, el patriarcado. Socializar tareas domésticas, legalizar el aborto y consumar toda la agenda del movimiento de mujeres. Definitivamente: trazar un horizonte de cambios estructurales.
Para eso es indispensable contar con una fuerza política de carácter anticapitalista, antipatriarcal, ecosocialista y activamente internacionalista. El MST, la Red Ecosocialista y la corriente internacional que integramos tienen esa aspiración y luchan por ella.
Marian Rosa, coordinador nacional de la Red Ecosocialista