¿Hasta cuándo?
La situación sanitaria, económica y social bordea el colapso. El capitalismo conduce a la barbarie.
Pasan los días de pandemia y el gobierno PSOE-Podemos acentúa la injusticia económica. Como venimos señalando, están destinando millones de euros a preservar las ganancias patronales. La Moncloa ha asumido como propios los costos que deberían cubrir los capitalistas. Siempre pasa lo mismo, las riquezas las acapara un puñado de privilegiados y las pérdidas se distribuyen entre todxs, lo cual de “progresista” no tiene nada.
La enfermiza Unión Europea es incapaz de dar una respuesta conjunta, rápida y eficaz, favorable a los pueblos del continente. Para colmo, algunos miembros del bloque imperialista ponen reparos en ayudar a los socios que más lo requieren. Cada país actúa como le parece y, en mayor o menor medida, han adoptado algunas medidas paliativas, relacionadas a los despidos, a las viviendas hipotecadas, a los servicios esenciales, ayuda a autónomos y de carácter social. Sin embargo, sí se comparan con las ventajas empresariales, son migajas. Aunque la crisis está en pleno desarrollo, ya hay evaluaciones que definen el salvataje como el más grande en la historia, superior al efectuado en el 2008. El sistema y sus instituciones desnudan sin tapujos su cuerpo de injusticia y desigualdad.
Al mismo tiempo, el régimen del ´78 le ha otorgado a Pedro Sánchez poderes extraordinarios a través de la declaración del estado de alarma. Los soldados se despliegan por las calles y los jerarcas militares dan partes de campaña por televisión. En las rondas policiales se aporrean, multan y/o encarcelan personas que se encuentran en el espacio público, basándose en la ley mordaza o en decretos recientes. Los medios de comunicación masiva y la propaganda oficial otorgan una cobertura que fomenta la vigilancia y la denuncia entre vecinxs, algunos de los cuales asumen el penoso rol de “policía de balcón”.
Los que mandan argumentan que los superpoderes son indispensables para “evitar que avance el contagio”, lo cual complementan con la realización de tareas sanitarias que perfectamente podrían realizar organizaciones civiles. El autoritarismo nunca tiene justificación. A pesar de todo, hay una mayoría social que se está cuidando, asume las medidas de higiene, restringe cualitativamente sus movimientos, abandona sus costumbres, cuida al otro y, cuándo y cómo puede, es solidaria. En realidad, el despliegue de las fuerzas de seguridad no es para “cuidar a la población” sino para crear un ambiente propicio a que pasen los ajustes sin protestas, tanto ahora como en el futuro próximo.
No os dejéis engañar. Estamos en presencia de medidas de control social, ya que el establishment tiene miedo a que se produzca una respuesta popular generalizada. Han visto lo sucedido en Ecuador, Chile, Bolivia, Francia, Argelia, Líbano, Hong Kong y otros países en los que no pudieron apaciguar la bronca del movimiento de masas y no quieren que les pase lo mismo. A los que dominan el planeta se les prendieron las alarmas ante la rebelión que recorre el mundo contra las medidas sociales injustas y los recortes a las libertades. Es imposible cortar el hilo que enlaza los acontecimientos económico-políticos actuales con los previos. Las crisis financieras, la desaceleración y los primeros síntomas de recesión en las economías más sólidas del mundo fueron una clara señal de la inminencia de la crisis que ahora hizo eclosión. El Covid-19 solamente ha sido el detonante del desbarranque de la economía globalizada, no su principal causante. Aquí está el origen de las revueltas populares, cada vez más firmes y decididas.
¿Hasta cuándo se soportará esto? El malestar ya existente se está profundizando por la desconfianza ante las medidas ineficaces, el encierro prolongado, la incertidumbre ante eventuales desempleos y rebajas salariales. Los sanitarios reclaman protección mientras ponen todo lo que tienen en el cuidado de lxs pacientes. Hay caceroleadas desde las ventanas. Lxs trabajadorxs resisten como pueden en sus lugares de empleo, sin la cobertura de las centrales sindicales mayoritarias. En Italia hubo plantillas de grandes fábricas que reclamaron protección, hay gente que se retira del supermercado sin pagar y se vislumbra la posibilidad de un estallido social ante la pobreza extendida. En Francia los “chalecos amarillos” salieron a las calles y hay otras manifestaciones de descontento. En Argentina lxs trabajadorxs de la sanidad exigen insumos y elementos de protección. ¿Qué pasará en los próximos días o cuándo pase el pico de la crisis? Ya se verá. Seguramente seguirán empeñados en que la crisis la paguemos los de abajo. La lucha y la movilización de la clase trabajadora deberá impedirlo.
Lo que vivimos no es producto de una coyuntura, es consecuencia de la existencia de un sistema capitalista decadente, que prioriza las ganancias de un puñado de privilegiados por sobre la vida de las grandes mayorías. Es un modo de producción en una crisis sistémica: económica, política, social, humanitaria, migratoria, cultural, sanitaria y ambiental que amenaza la vida en el planeta. Las crisis se repiten con períodos de tiempo cada vez más cortos entre una y otra, abarcan más regiones del mundo, son cada vez más duraderas y profundas. De hecho, en doce años hemos sufrido dos cataclismos. El problema no está solamente en la presencia del Covid-19 sino también, en la existencia del capitalismo.
Mientras nos orientan a pensar masivamente en cómo atenuar el aburrimiento con películas, música y ejercicios que, por supuesto, son necesarios, tenemos que reflexionar profundamente sobre el presente y el futuro. Enfrentemos el virus con conciencia social y solidaria, impulsemos la defensa de lxs trabajadorxs y el pueblo ante los ajustes actuales y los que vienen. Para ello hemos formulado un programa de emergencia con propuestas transicionales, de emergencia para responder al momento actual y fortalecer un dique sanitario al Covid-19, evitar más muertes y contagios. En el Estado español hay jóvenes y luchadorxs de distintos colectivos que son reflexivos y críticos. Es el camino a seguir, sin caer en el posibilismo reformista que, detrás de discursos supuestamente de “izquierda o progresistas” se encierra entre los límites del régimen y el sistema. Las crisis acarrean penurias sociales y otorgan la oportunidad de alterar el rumbo. La historia es rica en ejemplos de cómo, luego de grandes crisis mundiales, se han provocado cambios radicales.
Para dar vuelta todo en un sentido revolucionario, hace falta derrotar al capitalismo y reemplazarlo por un modelo productivo distinto, basado en la igualdad, en el que no haya explotación del hombre por el hombre, en donde las necesidades básicas de salud, vivienda, educación, trabajo y libertades democráticas sean satisfechas para todxs. Donde la economía democráticamente planificada sea el pilar del desarrollo colectivo, donde gobiernen los trabajadores y el pueblo. Este modelo, es el socialismo con democracia. Socialismo o barbarie, es la disyuntiva de la época a la cual nos enfrentamos en un sentido cada vez más presente. Sin caer en el pánico ni en el escepticismo, con confianza en la movilización y en las luchas de la clase trabajadora y los pueblos, es necesario emprender la construcción de alternativas socialistas revolucionarias en todo el mundo, como hacemos las organizaciones que integramos la Liga Internacional Socialista.