Solidaridad con el pueblo kazajo
Los primeros días de enero una nueva rebelión conmovió al mundo. Los trabajadores y el pueblo de Kazajistán se insurreccionaron.
El detonante fue el aumento del gas. Décadas de necesidades sociales y la falta de libertades democráticas terminaron expresándose furiosamente. El gobierno tuvo que retroceder con el aumento y desato una brutal represión que continúa. Los trabajadores y la juventud que estuvieron en la primera línea necesitan la más amplia solidaridad internacional.
Por Rubén Tzanoff
Actualmente, por arriba hay ajuste de cuentas, por abajo persecución y cárcel. El imperialismo ruso cumple un rol protagónico en la región, mientras que las potencias occidentales callan o avalan la represión por intereses económicos. Nos ubicamos sin ambigüedades del lado de la rebelión del pueblo kazajo y en su defensa activa ante la represión. En una etapa en la que habrá nuevas rebeliones, es necesario sacar conclusiones sobre los desafíos que se le plantean a los elementos más avanzados de la clase obrera y a los socialistas revolucionarios.
La rebelión popular en Kazajistán dejó al descubierto las demandas de las grandes mayorías en torno a los derechos sociales y democráticos insatisfechos. Fue una protesta con movilizaciones, enfrentamientos con las fuerzas represivas, barricadas y quema de edificios oficiales. El pueblo se insurreccionó contra la explotación, el saqueo de los recursos naturales, el dominio de las empresas trasnacionales y la corrupción. El rechazo al aumento del 100% del gas licuado fue la mecha que causó la explosión. Como resultado, la protesta callejera hizo retroceder los aumentos, obligó a la renuncia de una gran cantidad de autoridades y resquebrajó la institucionalidad vigente. Sin embargo, no logró derrotar la represión. Las motivaciones sociales fueron el principal motor de la protesta, pero no las únicas.
Libertades democráticas cercenadas
El actual presidente Kasym Tokayev fue colocado en el poder por Nursultan Nazarbayev, un rico ex burócrata estalinista que gobernó durante treinta años (1990-2019) y después se hizo nombrar “líder de la nación” a título vitalicio. La movilización tuvo claridad sobre la ubicación del mando real, por eso exigió, por primera vez, “¡Viejo, márchate!” y obligó a la burocracia a tener que apartarlo. Apuntó a la cúspide de la pirámide del régimen autoritario, de una institucionalidad tan dictatorial que hace tiempo prohibió los sindicatos independientes, los partidos políticos y eliminó derechos democráticos elementales.
Las respuestas y excusas de siempre
El gobierno respondió a la protesta con la declaración del estado de emergencia y una violentísima represión. Desde el comienzo de las protestas murieron 164 personas, 12.000 fueron arrestadas, hay miles de heridos y se abrieron 300 investigaciones penales. Seguramente los datos exceden lo que se dio a conocer como información oficial.
El presidente Tokayev dijo que “la ola de disturbios estalló bajo la apariencia de protestas espontáneas. Estaba claro que el principal objetivo era socavar el orden constitucional y tomar el poder. Estamos hablando de un intento de golpe de estado.” La represión se justifica en agitar falsedades como confabulaciones internas, externas y las acusaciones de “terroristas” a los manifestantes.
En el país actúan distintas ONGs, corrientes nacionalistas y fundamentalistas islámicos, a quienes el gobierno acusó fuertemente por lo sucedido. Aunque no vienen cumpliendo un rol decisivo, habrá que ver cómo actúan luego de la represión a la rebelión; si se postulan como oposición al gobierno y al régimen, a capitalizar el descontento y si logran o no más apoyo de la población.
Ajuste de cuentas por arriba…
Sofocada la rebelión, el presidente Tokayev, intenta recuperarse por dos vías. La primera, atacando a Nazarbayev, su mentor, acusándolo de haber favorecido el surgimiento de una “casta de ricos” basada en el principio de conceder “todo para los amigos y leyes para los demás”. Antes se había dado la detención del ex jefe de los servicios secretos Karim Masímov, muy próximo a Nazabayev, y de otros funcionarios del entorno. Los cínicos ajustes de cuentas en la élite son un reflejo de las grietas que la rebelión le provocó al régimen autoritario. Después de desaparecer durante varios días, Nazarbayev volvió a presentarse públicamente, para llamar a la unidad en torno a Tokayev y asegurar que no hay disputas en las alturas.
Persecución por abajo
La segunda vía de recuperación es la utilización de sofisticados métodos estalinistas de difamación y provocación. Los dictadores de los países post soviéticos están tratando de convencer a la comunidad internacional de que la protesta popular en Kazajstán es un acto de agresión terrorista por parte de algunas fuerzas externas hostiles. Tokayev declaró oficialmente que alrededor de 20.000 terroristas extranjeros atacaron Kazajstán, pero no pudo explicar cómo llegaron esos militantes armados al país ni cómo desaparecieron sin dejar un solo rastro.
Las represiones masivas se están intensificando. Los agentes de seguridad irrumpen en las casas de los activistas democráticos, los golpean y los sacan con rumbo desconocido. Se dieron la tarea de intentar “limpiar” a todos los que, por su cargo civil, por activistas de la protesta o sindicales, son considerados una amenaza para el gobierno.
El imperialismo ruso como protagonista central
Ante el miedo a los alcances de la protesta, el régimen autoritario apeló al auxilio de la Organización del Tratado de Seguridad Colectiva (OTSC) integrada por Rusia, Armenia, Bielorrusia, Kazajistán, Kirguistán y Tayikistán, que rápidamente enviaron tropas para intentar restablecer el control que el gobierno había perdido por completo. El pedido de ayuda sincronizó con los temores crecientes de Vladimir Putin, quien advirtió que no tolerará “las revoluciones de colores” en el espacio que dominaba la antigua URSS. Agregando que las tropas rusas no permitirán que se desestabilicen a sus socios ni interna ni externamente.
Luego de la represión con su saldo de violencia y muerte, Putin y sus socios kazajos anunciaron el inicio paulatino del retiro de las tropas de la OTSC en un plazo no mayor de diez días. Debemos denunciar y exigir el fin de la presencia militar extranjera y de la injerencia política rusa.
El imperialismo ruso ve con temor creciente el ascenso de las masas de la región y el deterioro de los gobiernos que le custodian las fronteras frente a una OTAN cada vez más a la ofensiva. Esto complica los planes expansionistas de Putin y lo ha obligado en el último tiempo a invadir parte del territorio ucraniano y desplazar gran cantidad de tropas a la frontera amenazando con una guerra total si Ucrania es incorporada a la OTAN. El año pasado tuvo que salir en apoyo del dictador Alexander Lukashenko en Bielorrusia, que durante semanas fue acosado por la movilización más grande en décadas. Y ahora a sostener a Tokayev y Nazarbayev en Kazajistán, esta vez poniendo en acción a la OTSC e interviniendo militarmente como hacía mucho que no sucedía. Todo esto mientras crece el descontento social dentro de su propio territorio.
Cruce de intereses
Kazajistán está en el tablero de los movimientos geo-estratégicos de distintas potencias. Es el país más grande de Asia Central, con las mayores reservas de uranio del mundo y algunas de las más grandes de petróleo y gas. Está cruzado por distintos intereses, entre el Este Europeo y Asia. El país fue una de las quince repúblicas que formaban parte de la URSS y por su ubicación geográfica tiene vasos comunicantes con Turquía y con los procesos asiáticos. Otra consecuencia, un tanto sorpresiva, fue que la inestabilidad provocó la caída del precio de las criptomonedas, ya que Kazajistán es el segundo país del mundo en producirlas, sólo detrás de Estados Unidos. Los cortes de electricidad e internet impidieron que se siguieran produciendo estas monedas digitales.
Los que avalaron la represión
A pesar del horror de lo sucedido en Kazajstán, hay estalinistas nuevos o reciclados y reformistas de todo pelaje que vergonzosamente se niegan a condenar la represión, falseando la realidad de lo que ha sucedido. Defendiendo abiertamente las intervenciones imperialistas rusas y chinas por considerarlos progresivos con relación a los imperialismos europeo y norteamericano. Estos sectores se vienen poniendo del lado de la contrarrevolución contra los trabajadores y los pueblos que se rebelan, avalando la injerencia de los imperialistas falsamente considerados “menos malos”.
Y existe un relativo y repudiable silencio por parte de los llamados “países democráticos”. La razón es obvia: los intereses del capital transnacional se cruzaron en Kazajstán. Estados Unidos, China, Rusia, Gran Bretaña, Alemania y los Países Bajos están extremadamente interesados en preservar las superganancias de sus empresas, que han estado robando descaradamente al pueblo kazajo durante tres décadas.
El bloque imperialista de la Unión Europea hace propaganda a favor de las potencias occidentales con el cinismo típico de una agresiva política exterior que pretende extender su influencia política, económica y militar por el Este, bajo el paraguas de la OTAN. El imperialismo norteamericano criticó la injerencia rusa, sobre la base de apoyar la represión por las fuerzas kazajas. El secretario de Estado norteamericano, Antony Blinken, fue muy claro cuando afirmó que las autoridades y el gobierno de Kazajistán tienen capacidad para hacer frente apropiadamente a las protestas, mientras se mantiene la ley y el orden.
Solidaridad con los trabajadores y el pueblo kazajo
La Liga Internacional Socialista publicó una declaración expresando las propuestas políticas ante la rebelión. Con la continuidad de la represión y la persecución: ¡La Liga Internacional Socialista repudia la presencia de las tropas rusas, de la OTSC y la injerencia política de sus gobiernos, para reprimir la rebelión en Kazajistán! Expresando solidaridad con el pueblo trabajador ¡exigimos el fin incondicional de la represión en todas sus formas y manifestaciones! ¡Nada de arrestos, torturas y asesinatos! ¡Exigimos la liberación inmediata de todos los presos políticos, activistas sindicales y políticos, periodistas independientes y manifestantes! ¡Exigimos el restablecimiento de la actividad sindical y política sobre la base de los derechos y libertades democráticas! ¡Que una comisión internacional independiente investigue los crímenes cometidos por el Estado, que deben ser castigados!
En Kiev, Londres, Barcelona y otras ciudades se realizaron acciones de repudio, son ejemplos que es necesario replicar. Necesitamos multiplicar los pronunciamientos y acciones de organismos de derechos humanos, organizaciones sindicales y políticas. La difusión de lo sucedido en las redes y las acciones que se logran a las embajadas o consulados de Kazajistán y Rusia son una valiosa muestra de apoyo para el pueblo kazajo. La solidaridad internacionalista debe continuar. A la par, es indispensable sacar conclusiones instrumentales para encarar los desafíos estratégicos que se vienen.
Una etapa de nuevas rebeliones
Grandes movilizaciones populares como las de Bielorrusia y Kazajistán sufrieron violentas represiones, muertes y encarcelamientos por parte del gobierno y el régimen. Incluso se paralizaron las acciones masivas. Lo hicieron en base a la represión y no a la satisfacción de las necesidades sociales y democráticas más elementales, que se seguirán agravando en la medida que la crisis económica, cruzada por la continuidad de la pandemia, obliga a más y peores ajustes. Las contradicciones se seguirán profundizando, al igual que el descontento por las condiciones de vida y la falta de libertades democráticas. Con el capitalismo en su etapa de decadencia, estos gobiernos y regímenes no pueden ofrecer respuestas progresivas a las necesidades del pueblo trabajador. Más allá de los distintos momentos que atraviese la lucha, más favorables o difíciles, es necesario solidarizarse con el pueblo que se rebeló ya que la última palabra de lo que sucederá en el futuro la tendrá siempre la lucha de clases.
Conclusiones del pasado para cambiar el futuro
Los heroicos reclamos en Bielorrusia y Kazajistán tienen un límite: la ausencia de direcciones revolucionarias consecuentes. Es la gran debilidad por superar en todos los procesos de lucha. Para poder triunfar y evitar que el descontento con los gobiernos de la región alimente otras alternativas reaccionarias, fundamentalistas o pro-estadounidenses es necesario ayudar a la vanguardia de la clase obrera y la juventud a organizar sus propias organizaciones de lucha y comenzar a construir partidos socialistas revolucionarios.
Para avanzar en una salida estratégica, los futuros embates tienen el desafío de ir más allá de las semi-insurrecciones que se repiten una y otra vez. Para triunfar hace falta que las movilizaciones masivas y la huelga general se doten de organismos de decisión democrática e independiente, con la autodefensa organizada y con la clase obrera acaudillando al pueblo. Y, fundamentalmente, con una dirección revolucionaria, socialista e internacionalista en el puesto de mando. Completamente alejada del autoritarismo, la corrupción y las traiciones de los burócratas estalinistas que ensuciaron las banderas del socialismo. Construir organizaciones que se planteen el gobierno de los trabajadores -sin explotación ni opresión- y el socialismo, es la tarea cotidiana que encaramos desde la Liga Internacional Socialista y todos los partidos y grupos que la integramos.