Brasil: Sobre el nuevo Gobierno Lula-Alckmin, primeras observaciones
Por Comité de Enlace – Alternativa Socialista y Lucha Socialista/PSOL – LIS en Brasil
En una toma de posesión histórica, Lula recibió la banda presidencial de manos de un grupo de personas representadas por una mujer negra y recicladora, uno de los mayores líderes indígenas del país, un niño negro y habitante de la periferia, una profesora, una cocinera, un defensor de la lucha anticapacitismo, un metalúrgico y un artesano. Un acto simbólico nunca visto en toda la historia de la república brasileña. Con la presencia de miles de personas de diferentes partes del país, superior a la toma de posesión de 2003, Lula-Alckmin iniciaron su gobierno acompañados por la prensa internacional y comitivas de numerosos países presentes. Les traemos las primeras observaciones generales sobre el nuevo Gobierno:
1. El fin del gobierno de Bolsonaro representa un inmenso alivio para las mayorías después de cuatro años de intensos ataques y muertes de miles de personas. La victoria electoral y toma de posesión de Lula el 1 de enero de este año, simboliza la respuesta popular contra el proyecto político de la extrema derecha de Bolsonaro. Lamentablemente, Bolsonaro y el bolsonarismo aún no son una página pasada, ni el expresidente ha sido sacado a la fuerza de las calles y preso, ni su movimiento ha dejado de existir. Por el contrario, han concluido con la ya esperada promesa de que harán una oposición rabiosa al Gobierno entrante. Los principales dirigentes bolsonaristas, incluido el ex vicepresidente, han asumido cargos en el Parlamento y en los ejecutivos estatales.
2. El lema «Unión y Reconstrucción» del gobierno Lula-Alckmin es simbólico para que entendamos la propuesta del nuevo gobierno. Hay un debate en curso sobre si el Gobierno es un «Gobierno de Frente Popular» (clásico o singular), como lo fue el primer ciclo petista, o un «Gobierno burgués normal». Sigue habiendo caracterizaciones de «Gobierno de Reconstrucción Nacional» y «Gobierno de Unidad Nacional». Todo este debate seguirá. Por lo tanto, no cabe duda de que la naturaleza de la conciliación de clases, el intento de reconciliar capital y trabajo es el sello central. Pero eso en sí mismo no responde a todo.
3. Hay rasgos centrales de «Frente Popular» en el gobierno que es importante comprender: el apoyo de las organizaciones de trabajadores y de los movimientos sociales conciliadores; la ilusión que las capas populares, aunque polarizadas en los últimos años, alimentan en el gobierno. Son elementos importantes de la forma y la conciencia que no podemos pasar por alto. Al mismo tiempo, el nuevo gobierno tiene el contenido de desmovilizar a la clase obrera e instrumentalizarla para los caminos del Régimen de Redemocratización. Este contenido sólo puede revelarse a través de la experiencia concreta. Corresponde a la izquierda revolucionaria actuar para intentar acelerar este proceso sin caer en el sectarismo, despreciando la forma, ni en el oportunismo, borrando el contenido.
4. Hay dos fenómenos importantes que van a chocar en este nuevo gobierno, muy diferentes de lo que fue al principio del ciclo petista en 2003. Una es la antes mencionada, algunas características de un «Frente Popular»; la otra es la de la extrema derecha con fuerza en la oposición -aunque momentáneamente reducida por la pérdida en la maquinaria del gobierno federal. El oportunismo echa a las organizaciones en brazos del gobierno Lula-Alckmin por temor a movilizar y enfrentar al bolsonarismo en las calles; el sectarismo hace una diferenciación estilística de los dos fenómenos pero, en la práctica, mete todo en la misma bolsa. Ambos, cuando y si el momento lo exige, pueden ser desastrosos.
5. La ilusión sobre el «ala izquierda» en el gobierno Lula-Alckmin, o incluso de que el gobierno es una «cáscara vacía» por ocupar, está sirviendo de presión para que una parte de la izquierda ocupe el espacio «antes de que lo ocupe la derecha». Esta presión ha sido expresada, por ejemplo, por el PSOL, mostrando lealtad al nuevo gobierno y avergonzándose incluso de pronunciar la palabra «independencia». La tendencia es que este primer período de Lula-Alckmin presione a las principales organizaciones al inmovilismo y a adherirse a la política de paciencia con el nuevo gobierno.
6. La composición ministerial, un total de 37, muestra la veta política de reconciliación del PT-Lula con los principales partidos representantes del capital, las centrales fisiológicas, la socialdemocracia, el capitalismo verde y el laborismo – União Brasil (fusión del DEM con el PSL, antiguo partido de Bolsonaro), PSD, MDB, PSB, REDE y PDT. A ellos se suman dos partidos de izquierda, el PCdoB y el PSOL. Esta costura es parte de la composición de la lista para las elecciones, de los acuerdos para la victoria en la segunda vuelta electoral y la aceptación del proceso de transición operado en los últimos meses del gobierno Bolsonaro hasta el inicio del actual gobierno y, lo más importante, la aceptación de la gobernabilidad bajo las reglas de la burguesía y su Régimen.
7. Las primeras medidas del nuevo gobierno fueron progresistas, como los 600 reales para las familias más pobres; la retirada de Petrobras, Correios, EBC, DataPrev y otros sectores estatales del proceso de privatización; la revisión del secreto administrativo impuesto por Bolsonaro; los decretos para combatir la deforestación y contra la minería en tierras indígenas y de protección ambiental. Pero las hay mucho más profundas, como las contrarreformas aprobadas en los últimos años (de jubilaciones, laboral, educación secundaria, techo de gasto, ley antiterrorista, entre otras), las privatizaciones y el desmantelamiento del sector público que deben ser revocadas cuanto antes.
8. Como tareas inmediatas a conquistar, creemos que es necesario preparar las campañas salariales de las categorías en este primer semestre; exigir la restitución de la inflación de los últimos 4 años y el reajuste real del 5%; del mismo modo, exigir el congelamiento de los productos de la canasta básica y de las tarifas de luz, agua, cloacas, gas, teléfono, internet, IPTU y alquileres; Tarifas cero para el transporte público; creación de frentes de trabajo para absorber a los jóvenes desempleados; pago inmediato del salario mínimo a profesores y enfermeras; elecciones directas de los funcionarios de carrera para acabar con el reparto de puestos en las oficinas públicas federales.
9. Es necesario hacer que el discurso de Lula «dictadura nunca más, democracia para siempre» se convierta en democracia concreta, no sólo en una frase efectista. La democracia concreta significa derechos para la mayoría del pueblo, para la clase trabajadora. Para ello, hay que enfrentarse a los millonarios y multimillonarios, hay que decir no a las reglas del régimen fiscal – por eso es importante derogar el techo de gasto, así como la infame ley de responsabilidad fiscal. Siguiendo las reglas del régimen, esto tendrá muy poco margen. La única posibilidad será a través de la presión social, que se demostró en la toma de posesión con los gritos de «¡Amnistía no!» a Bolsonaro. La propia base popular ha hecho evidente que quiere y necesita cambios concretos.
10. El PSOL tiene una importante tarea en este periodo que comienza. Mantener sin vacilaciones su independencia política, movilizarse contra la extrema derecha bolsonarista, el antibolsonarismo sigue estando a la orden del día, y formar parte de la movilización de la clase obrera por la anulación de los ataques, la conquista de nuevos derechos y la defensa de los que aún nos quedan, frente a los ataques venideros. Por la vía oficial es aceptar la gobernabilidad del Régimen y los dictados de los buitres capitalistas del mercado, por la calle es imponer nuestra política.
11. La situación nacional e internacional pone como prioridad para la clase trabajadora una tarea fundamental, la construcción de una herramienta anticapitalista, revolucionaria e internacionalista. Vivimos en una etapa en la que el sistema capitalista y sus gobiernos (en sus diversas formas) atacan constantemente a los pueblos, abriendo procesos de enfrentamientos socialmente polarizados. En estos procesos, las organizaciones reformistas, no revolucionarias, son puestas a prueba, o se radicalizan y rompen con cualquier ilusión de conciliación de clases, o caen víctimas de la adaptación y asimilación al régimen democrático burgués. De ahí la urgencia de reforzar la herramienta revolucionaria, el partido revolucionario. Para dar vuelta todo.
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