Nicaragua: la dictadura excarcela y destierra 222 presos políticos
Desde las primeras horas de ayer la noticia circuló rápidamente. Un vuelo chárter salido de Managua con destino a Washington transportaba un contingente de 222 personas presas políticas en Nicaragua. El hecho conmocionó políticamente la realidad centroamericana y causa en el medio de sensaciones encontradas, lógica alegría en las organizaciones del exilio. Con este artículo, y todavía, procesando datos e información damos una visión preliminar de este acontecimiento que marca un punto de quiebre en la situación nicaragüense.
Escriben: Mariano Rosa, dirigente del MST Argentina y Coordinador de la Comisión Internacional por la Vida y Libertad de las y los presos políticos en Nicaragua por la LIS y Mohamet Pacheco, militante de Alternativa Anticapitalista (LIS-Nicaragua)
A medida que se iba confirmando el dato, la expectativa crecía entre las organizaciones de familiares y de exiliados nicaragüenses. Finalmente, al conocerse la lista de 222 presos y presas, que volaban rumbo a EEUU para ser liberados allí, la emoción y la alegría fueron enormes. Durante horas, los análisis tuvieron que esperar, porque los corazones apretados después de casi 5 años de duro sufrimiento, fueron el eje dominante en los diálogos, reuniones virtuales, y llamadas entrecortadas. Bajo la figura del “destierro por traición a la patria”, la dictadura siniestra del clan Ortega-Murillo, simuló un anunció de prensa (en sus medios oficialistas, que son todos), tratando de darle alguna cobertura político-legal, a lo que finalmente es una respuesta de contra-golpe al aislamiento internacional y la presión del exilio movilizado de forma sistemática. Los nombres que pudimos leer una vez conocido el listado definitivo, tenía efectivamente, a Dora María Téllez, a Suyen Barahona, Yader Parajón, Lester Aleman, Félix Madariaga, Oscar René Vargas y tantas otras figuras del campo, diverso, de la oposición al régimen. Quedan, 38 presos políticos, rehenes en el país-cárcel, cuya libertad inmediata se coloca como tarea urgente del movimiento internacional por la vida, la libertad política real y el fin de la dictadura criminal en Nicaragua.
¿Decisión unilateral? ¿Victoria diplomática? ¿Triunfo total? Discutir las contradicciones
Lógicamente, las condiciones en que salieron de la cárcel los 222 presos políticos tiene distintas aristas para analizar, contradictorias y que tenemos que abordar colectivamente.
Por un lado, el hecho concreto de salvar la vida, de salir de esas mazmorras de tortura y encierro, es un paso adelante que fortalece la lucha por la libertad de todos los presos y contra el régimen. Desde ese punto de vista, es un triunfo que tonifica a familiares, colectivos del exilio y el movimiento internacional del que somos parte.
Pero no podemos soslayar que tanto la dictadura como el imperialismo gringo, esperaron para encarar esta negociación y liberar a los presos, que no hubiera movilización, ni iniciativas internacionales independientes como, por ejemplo, la Comisión Internacional que animamos hace pocos meses y la Caravana con la que llegamos hasta la frontera en Peñas Blancas. Hicieron lo imposible por evitar que la liberación de los presos fortaleciera un polo político-social anti-régimen, porque les provoca pánico pensar en una perspectiva de rebrote de movilización en Nicaragua, con una corriente de la resistencia fortalecida desde una posición de izquierda crítica. El clan Ortega-Murillo y la Casa Blanca, piensan el país y la región de los próximos años y aspiran a cohabitar sin cambiar la matriz de negocios capitalistas. Ese es el quid de la cuestión.
Con ese encuadre, hay que entender la decisión de desterrar y cancelar la nacionalidad de los 222 liberados, como un manotazo destinado a dar una señal interna aleccionadora con esta represalia amañada y medieval. Al mismo tiempo, disimular la debilidad que implica tener que liberar a la mayoría de sus rehenes políticos, en definitiva.
En paralelo, con la negociación con el Departamento de Estado, intentó dar una señal de “buena voluntad” al imperialismo gringo dado el acorralamiento geopolítico y la dependencia económica de Nicaragua respecto de EEUU.
Según el New York Times, la administración Biden considera una “victoria diplomática” de su política exterior en la región esta medida de Ortega-Murillo, a la que, por otro lado, presentan como “decisión unilateral”, sin la mediación de la embajada yanqui en Managua, lo cual es falso a todas luces. El imperialismo, tratando de aparecer como actor “democrático de buena voluntad” en todo este episodio, apuesta a fortalecer su influencia sobre el devenir de la oposición a la dictadura. Obviamente, busca posicionar una referencia “anti-Ortega” afín a sus intereses económico-políticos en la región.
Evidentemente, la emoción de las familias y colectivos del exilio, por la excarcelación de los 222 es lógica y la compartimos. Al mismo tiempo, con estas reflexiones tratamos de colaborar con debates imprescindibles que vemos de encarar entre todos los que hacemos parte de la lucha contra la dictadura criminal.
Ni dictadura todopoderosa, ni imperialismo democrático: la lucha incansable de familias, colectivos y organizaciones internacionales
Toda la orientación de Ortega-Murillo es para intentar presentar el hecho como una demostración “unilateral” de autoridad, fuerza y determinación. Necesita evitar que esta evidente concesión, incentive protestas y acciones directas en la propia Nicaragua. Ese es el doble carácter de su línea.
Por su parte, la Casa Blanca, pactando con la dictadura, interviene para prestigiarse frente al exilio y aparecer como gestor democrático de esta libertad – destierro. Quiere ganar influencia en la resistencia a la dictadura, para montar eventualmente una salida anti-Ortega-Murillo, pero afín a sus propios intereses geopolíticos en la región. Una total y absoluta hipocresía imperialista.
Ambos, dictadura y Departamento de Estado, devalúan el peso de la acción de lucha de la resistencia en el exilio –e incluso en la dura clandestinidad- de familiares, colectivos migrantes y de iniciativas como la de la Comisión Internacional, que precisamente con el propósito de asegurar la vida y libertad de las y los presos políticos, llegó en desafiante Caravana hasta el puesto fronterizo de Peñas Blancas en mayo del 2022.
Por lo tanto, el balance de lo ocurrido, la cuidadosa evaluación integral de todas sus aristas es fundamental, para sacar correctas conclusiones y orientar la perspectiva de un movimiento contra la dictadura que tiene que fortalecerse a partir de ahora, pero con clara delimitación del imperialismo gringo y sus aspiraciones económico-políticas en Nicaragua y toda Centroamérica. Desde el lugar de militantes por la causa nicaragüense, hacemos este aporte al debate de los pasos a seguir.
Por la libertad de los que faltan, para barrer a la dictadura: retomar la iniciativa internacional independiente
Esta nueva coyuntura política, en Nicaragua, reanima el movimiento de exiliados y moraliza a familiares y colectivos. En pocas semanas, se van a cumplir 5 años de la Rebelión de Abril, de 2018. Más allá de las contradicciones de la libertad de los 222 es indudablemente un paso adelante en la lucha por la libertad de todos los rehenes de Ortega-Murillo que todavía quedan, y en la tarea estratégica de barrer a la dictadura con la movilización popular abriendo paso a una nueva etapa en el país, de reorganización completa en su matriz económica, social y política, con un poder surgido desde abajo, sin pactos con asesinos, con memoria y sin impunidad, sin injerencias de los imperialismos –en especial el gringo- del gran empresariado y los cómplices de la dictadura. Nuestra Liga Internacional Socialista reafirma el compromiso con esas causas de fondo: ahora retomar iniciativas en el terreno internacional para seguir activando el movimiento de hecho, que fuimos construyendo junto a los principales colectivos independientes del exilio, principalmente, en Costa Rica. Pero en simultáneo, hacia una Nicaragua sin falsa izquierda, ni nuevas derechas tuteladas por Washington, es imprescindible discutir cómo poner en pie una alternativa política poderosa, desde el activismo joven que aspira a otra salida para su país y con lo mejor del exilio que no se rinde. Por una Nicaragua y Centroamérica de los pueblos: ni de los dictadores, ni de los imperialismos.