Defender Catalunya y la lengua catalana
Autor: Gérard Florenson
No sorprende que en nuestro tiempo la derecha y la extrema derecha muestren tanta determinación por erradicar el catalán. Esto es lo que están intentando hacer hace tiempo tanto en las Islas Baleares como en las zonas periféricas de Aragón (la Franja). Del mismo modo atacan al valenciano mientras niegan su estrecha relación con el catalán.
En el Principado, donde su debilidad no les favorece, cuestionan el sistema educativo y pretenden imponer más castellano con el pretexto de una demanda de familias no catalanas. Nótese que esta preocupación sólo concierne a los españoles, no a los inmigrantes que quieran que sus hijos mantengan vínculos con la cultura de su país de origen.
El nacionalismo centralizador del Estado español no se limita a los ámbitos institucionales y administrativos, debe imponer su visión de una España unida, amplia, castellana y preferentemente católica. Otras lenguas aparte del castellano no tienen cabida en esta nación de fantasía.
El Partido Popular y Vox forman parte de una larga tradición de centralización autoritaria que caracterizó a la monarquía castellana: cuestionamiento de cualquier autonomía de otras regiones de la península, deseo de abolir las leyes y costumbres locales, obediencia impuesta en el poder en Madrid. Por razones comprensibles dada la realidad española, el deseo de erradicar la lengua catalana o al menos confinarla al espacio privado apareció más tarde, a veces con métodos brutales, a veces de forma más insidiosa.
La unión dinástica, la unificación de España por el matrimonio de Isabel la Católica y Fernando de Aragón, no afecta a la autonomía del reinado de Aragón del que formaba parte Catalunya. La guerra contra el reino árabe de Granada y la colonización de América fueron, sin duda, ocupaciones suficientes.
El reinado de Aragón, que agrupaba a los actuales Aragón, Catalunya (que entonces incluía el Rosellón), el País Valenciano y las Islas Baleares, fue un régimen descentralizado respetando la identidad de cada uno de sus componentes, incluida naturalmente la lengua. El poder real no era absoluto debido a la existencia de las Cortes, asambleas con amplios poderes, especialmente en materia fiscal. Aragón, Catalunya y el país valenciano tuvieron cada uno sus Cortes en las que estaban representadas la nobleza, el clero y la burguesía de las ciudades. Los campesinos, la gran mayoría de la población, quedaron excluidos.
Por el contrario, el reino de Castilla era autoritario y centralizado. Su población era mucho mayor y tenía el control exclusivo del oro de América. La erosión de las libertades aragonesas y catalanas fue efectiva pero lenta: casi un siglo para poner fin a las Cortes, pero la Inquisición se impuso en el antiguo reinado de Aragón. No hubo ataque directo a la lengua catalana, pero el nombramiento por parte del rey de obispos castellanos en Catalunya se volvió sistemático. Finalmente, la posibilidad de uniones ventajosas con grandes familias andaluzas o castellanas permitió conquistar a parte de la nobleza catalana. Franco fue un gran admirador de este “Siglo de Oro”…
El centralismo ganó terreno en el siglo XVII. El conde duque de Olivares exigió a Catalunya una aportación en hombres y dinero para sus campañas militares en Flandes y contra Francia. Las tropas castellanas se establecieron en Catalunya donde la población debía alojarlas y alimentarlas. Su presencia se experimentó como la de un ejército de ocupación, brutal, despectivo y que hablaba una lengua extranjera. Siguió una revuelta popular, conocida como la Guerra dels Segadors, y luego una alianza entre catalanes y franceses que desembocó en una catástrofe. Castellanos y franceses terminaron acordando a espaldas de Catalunya, que experimentó un fortalecimiento de la supervisión española mientras Francia anexaba el Rosellón.
Pero fue en enero de 1716, al final de la guerra de sucesión durante la cual los catalanes se habían puesto del lado del bando derrotado, cuando para completar una violenta represión que Felipe V, el recién reinante Borbón, lanzó mediante el llamado decreto de “Nova plantó” una brutal ofensiva contra el uso de la lengua catalana, prohibiéndola en todos los documentos oficiales y tolerándola sólo en el ámbito privado y familiar. Esta violencia fue efectiva; la cultura catalana estuvo asfixiada durante más de cien años y parte de las clases propietarias se convirtieron al castellano, dejando el catalán a las clases trabajadoras.
Esto es lo que reafirmarán tras él los dictadores Primo de Rivera y Franco: Esto es lo que sueñan abiertamente los dirigentes de VOX, más discretamente los del PP. Esto es lo que están empezando a hacer en Baleares y en el país valenciano, atacando no sólo la lengua sino también las tradiciones populares y encontrando afortunadamente fuertes resistencias.
Pero está claro que siglos de esfuerzos, con mayor o menor coerción, no les han dado resultado: el catalán, el vasco y el gallego siguen siendo lenguas muy vivas. Cuando el joven futbolista de padre marroquí Lamine Yamal se expresa perfectamente en catalán y lo explica diciendo que es normal siendo catalán, nos decimos que no es una victoria de los españolas.
Para nosotros es una posición de principio: poder hablar, escribir y enseñar la lengua es un derecho fundamental de las personas y en la situación actual estamos decididamente del lado de quienes se enfrentan a las inclinaciones anti catalanas de la derecha y la extrema derecha. Sin embargo, criticamos la debilidad de los partidos “catalanistas” y de la Generalitat, incapaces de desafiar a los medios de comunicación a defender el lenguaje. ¿Cómo defenderla y ganarnos a los “nuevos catalanes” cuando abandonemos la educación pública?