Las/os más vulnerables III: mujeres
Explotadas y oprimidas, trabajadoras, pobres, amas de casa y racializadas sufren el Covid-19 con más crudeza.
Por Laura Jaén
El pasado 14 de marzo, el presidente del Gobierno de coalición “progresista”, decretó el Estado de Alarma en España, ante una crisis sanitaria que ponía al mundo entero en alerta. A su vez, para enfrentar la situación de crisis económica y social a la que el pueblo español (más profunda para algunos sectores sociales que para otros) iba a tener que empezar a enfrentarse, Pedro Sánchez, saca un paquete de medidas para paliar los efectos negativos que el COVID-19 empieza a dejar en el ámbito laboral y social. ¿Pero, solamente por culpa del Coronavirus? No, lo cierto es que debemos tener en cuenta la situación económica de la que parte el Estado español, y es que antes de que el coronavirus llegara, ya había alguna que otra alerta que hacía tambalear nuestra economía y que tarde o temprano iba a tener sus consecuencias. Pues nuestro Estado venía encarando la situación con una deuda pública del 95,8% del PIB, según datos publicados por el Banco de España.
¿Y qué importa de qué situación vengamos si lo único que importa es ganar la batalla contra el virus, ¿no? pues sí, principalmente, pero la batalla sería más fácil si los políticos y las políticas dieran más importancia a la sanidad pública, ciencia, investigación, derechos de trabajadores y trabajadoras, conciliación laboral, etc. De manera que ahora, y nuevamente como pasó en 2008, no vuelvan a pagar esta crisis el pueblo trabajador y más concretamente las personas más vulnerables.
Como así lo dice mi compañera Isa Ruíz, las consecuencias sociales y económicas, no afectan a todas y todos por igual, sino que esta es una pandemia con sesgo de clase, principalmente la más indefensas. En el momento en el que hacen público el cierre de colegios, institutos y universidades por causa del covid-19, todas las familias tienen claro que la organización y el modo de vida de éstas, va a cambiar por completo. Pero la responsabilidad, carga mental y la mayor preocupación, sin duda recae sobre las mujeres, incluso abuelas. Para la mayoría de las madres, es una responsabilidad dejar a sus hijos e hijas con los abuelos, teniendo en cuenta la alta posibilidad de contagio de estos últimos, pero cuando tienen niños muy pequeños, incluso bebés en casa, compaginarlo con un buen rendimiento en el teletrabajo es totalmente inviable, y “alguien tendrá que cuidar de los niños mientras tanto”. A esto se reducen muchos de los testimonios de madres trabajadoras que se encuentran en esta situación, aunque en ocasiones muchas de ellas ni siquiera tienen la opción de teletrabajo, o el problema son directamente las condiciones más precarias de los trabajos.
Pues bien, si a esto le añadimos la deficiente conciliación laboral que existe en nuestro país, resulta que el cuidado de niños (que antes estaban en horario de colegio/instituto y por tanto en el ámbito público) vuelve a encuadrarse en el ámbito privado que recae sobre las mujeres, al igual que también el cuidado de personas mayores dependientes influye en esta situación.
El cierre de los centros educativos en este país supone una profundización en la reprivatización de los cuidados y el trabajo doméstico, “Si no se hubieran recortado los servicios públicos y la atención sanitaria, probablemente el problema tendría otra dimensión” como así afirma Carmen Castro, economista feminista. Por ello, la pregunta que nos hacíamos al principio tiene tal importancia. Es mejor partir de relaciones económicas, sociales, políticas y laborales cubiertas por una perspectiva de género para encarar de manera más adecuada, no sólo pandemias y grandes crisis económicas, sino todas las situaciones vitales.
El Real Decreto-ley 8/2020, de 17 de marzo, de medidas urgentes extraordinarias para hacer frente al impacto económico y social del COVID-19, efectivamente prevé ciertas medidas de conciliación para todo tipo de familias, pero de manera insuficiente. Permite que “los y las trabajadoras por cuenta ajena, que tengan a su cargo a personas dependientes, podrán optar a una adaptación o reducción de su jornada, con la consiguiente disminución proporcional del salario” Es decir, que no solo las mujeres van a tener menos trabajo, sino que además van a ser un poco más pobres. Serán las mujeres las que principalmente se acojan a estas medidas, que quizás incluso terminen en un despido teniendo en cuenta la situación de crisis económica que tendremos cuando todo esto acabe.
Por lo tanto, nuevamente la mujer se encuadra en uno de los sectores más vulnerables y más damnificados tras una situación de crisis, que agudiza todavía más la feminización de la pobreza. Esta realidad empeora cuando se trata de mujeres inmigrantes y racializadas, que suman a la opresión y la explotación los prejuicios y el racismo de los sectores más reaccionarios de la sociedad.
En este sentido, al igual que son las empresas las que se tienen que encargar de desplegar todas las medidas necesarias para cumplir el deber de protección, incluso si el trabajo está en el domicilio (art. 14 Ley 31/1995, 8 de noviembre, de Prevención de Riesgos Laborales), estas mismas empresas deberían tener la misma obligación de garantizar que existe una conciliación laboral real, preocupándose por coordinar y complementar los horarios laborales de las familias (tanto monoparentales como monomarentales) para así tener un reparto corresponsable de los cuidados y tareas domésticas, y con ello un resultado más óptimo del teletrabajo.
No se trata de “permitir” al trabajador y trabajadora, se trata de que la corresponsabilidad entre progenitores sea una prioridad y una obligación para las empresas y para el gobierno. Si la conciliación laboral fuera real, la feminización de la pobreza sería mucho menor. Por eso es necesario humanizar las relaciones laborales, así como transformar y sustituir la cultura empresarial y económica machista y patriarcal que predomina. Obligar a las empresas a que garanticen la conciliación laboral, así como presionar al gobierno para que tomen medidas de fondo frente a estas situaciones. Para ello es imprescindible organizarse, y tomar las calles para exigir que el gobierno deje de responder solamente a los intereses del 1%, y que anteponga los derechos de las mujeres y madres trabajadoras a intereses capitalistas, como lo hacemos desde Socialismo y Libertad (SOL) y la Liga Internacional Socialista (LIS).