Ocean Viking: el drama de la inmigración en Europa
“Vikingo del océano” es el nombre del barco humanitario noruego que, con 234 inmigrantes y tras el rechazo racista del nuevo gobierno ultraderechista de Italia, finalmente pudo atracar en el puerto francés de Toulon. La resonancia del caso reactivó la polémica sobre las políticas (anti)inmigratorias en la Unión Europea.
Pablo Vasco
El Ocean Viking deambuló durante tres semanas por el Mar Mediterráneo sin poder desembarcar a las personas rescatadas de seis barcos, que provienen de Libia, Argelia, Sudán, Eritrea, Siria y otros países con graves crisis económico-sociales. Fueron tres semanas enteras de ceguera y sordera intencionales por parte de todos los gobiernos capitalistas, sean de derecha o socialdemócratas, de esta Europa occidental que mucha gente aún supone “civilizada” y “democrática”.
A la cabeza de la campaña expulsiva de la “Europa fortaleza”, la flamante primera ministra italiana, la neofascista Giorgia Meloni, dijo que su prohibición es “sólo el inicio del trabajo, ya que hay que contrarrestar décadas de propaganda inmigracionista instalada”. Y Emmanuel Macron, el presidente de esta Francia supuesta “tierra de asilo y de los derechos humanos”, autorizó el desembarco pero sólo “de forma excepcional”.
Los rescatados, entre los cuales hay 57 niños, siguen albergados-detenidos en una “zona de espera internacional” cerrada, en la isla de Giens, custodiada por el ejército. Al cierre de esta nota, según el gobierno francés 44 serán expulsados a sus países de origen “por no cumplir las condiciones”, 60 pueden pedir asilo, 26 menores huyeron y el centenar restante fue dejado en libertad por el deborde de la justicia. Según parece, doce países europeos se repartirán a quienes fueron aceptados.
Como “sanción” hacia Italia, Macron no encontró nada mejor que suspender la entrada a Francia de 3.500 refugiados que por ahora se encuentran en suelo italiano, prevista para 2023. Encima, el gobierno francés prepara una lueva ley antiinmigración con mayores restricciones. Es decir, los costos los pagan siempre las y los refugiados. También las capitanas y capitanes de los barcos solidarios, a menudo llevados a juicio por los gobienos burgueses.
Algunas cifras y razones de la migración
Cuando se habla de migraciones masivas, ya no se trata de tal o cual voluntad individual: las causas están en las guerras, el hambre, las dictaduras o las catástrofes ecológicas, que empujan a miles y miles de personas a abandonar como pueden sus países. Es decir, son todos males originados por el mismo sistema capitalista-imperialista que luego se ensaña con sus víctimas -los inmigrantes-, los estigmatiza, los superexplota e incluso los deja morir en medio del mar.
Desde el año 2014, más de 25.000 inmigrantes han terminado sus vidas en el Mediterráneo, incluidos 1.900 este año, ya sea como consecuencia de un naufragio en mar abierto o por no poder atracar. Es un promedio realmente aterrador: son casi ocho muertes por día, cada día, uno tras otro.
Los países costeros son los primeros en alerta, ya que por los acuerdos de Dublin (1990) las solicitudes de asilo deben tramitarse en el primer país de llegada a la Unión Europea. Desde los acuerdos de Schengen (1990, la UE endureció los requisitos para inmigrar. Y para no «invadir» el viejo continente, se crearon esas «zonas internacionales» como diques antes de permitir la distribución de asilados entre los países de la Union. Pero incluso han subcontratado el control de las fronteras europeas a países no europeos (Libia, Turquía, Marruecos, Níger y otros). Es más : algunos gobiernos de ultraderecha -como los de Polonia, Hungría y Austria- hasta pretenden que la Comisión Europea financie la construcción de un muro en las fronteras exteriores de la UE, al mejor estilo Trump.
Una doble vara indignante
O mejor dicho dos dobles varas, que corresponde desenmascarar y denunciar. Por un lado, por ser sus países integrantes de la OTAN, en la actual coyuntura política los gobiernos europeos occidentales acogen sin demasiados obstáculos a los refugiados-inmigrantes que llegan desde Ucrania, lo cual es obviamente correcto.
Pero lo cuestionable política y humanamente es su creciente cerrazón hacia quienes provienen de otras regiones del globo, en general del hemisferio sur, que han sido sus colonias o semicolonias. ¿Con qué cara, con qué derecho rechazan hoy a quienes llegan desde países que esas propias metrópolis han esclavizado, explotado y saqueado durante décadas y siglos hasta hoy, imponiéndoles pobreza, atraso y dependencia?
La segunda doble cara es de carácter más histórico, de Europa en general y de Italia hoy en particular. Estamos ante un cinismo hipócrita, a una desmemoria selectiva por conveniencia, porque “olvidan” que en el siglo pasado, desde esos mismos países, millones y millones de migrantes huyeron forzados por las guerras y el hambre hacia América Latina, los Estados Unidos, Australia y otros destinos más prósperos.
Como argentino descendiente de inmigrantes, por ejemplo, mi abuelo suizo y su hermana, durante sus largos días de viaje en barco hacia la Argentina, juntaban restos de pan de las mesas por si al llegar no tenían qué comer… ¡y lloraban desesperados al tener que tirarlo porque se les amohosó! Parecido pasó con mis bisabuelos o abuelos italianos y vascos: todos vinnieron con una mano atrás y otra adelante en busca de un futuro digno y mejor para ellos y sus familias. Muchas familias estuvieron disgregadas por años, hasta que los emigrados ya instalados podían “mandar a llamar” al resto, y otras nunca lograron reagruparse.
¿Cómo no indignarnos, entonces, frente a la doble vara de estos gobiernos imperialistas, tan racistas y antiinmigrantes, cuando actualmente les toca jugar el rol inverso de recibirlos en vez de enviarlos? ¡Si ni siquiera reconocen que en sus países son mayormente negros, indios, árabes y demás inmigrantes quienes trabajan en la recolección de basura, la construcción, los supermercados y otros servicios, o sea en las tareas más duras y peor pagas, porque muchos europeos nativos se resisten a hacerlas!
Endurecer las leyes a la inmigración les reporta a los capitalistas un doble beneficio: disciplinar a dichos trabajadores para que acepten peores salarios y mayor precarización, a la vez que presionar a la baja los sueldos y condiciones laborales de toda la clase obrera. La no regularización de su situación obliga a algunos trabajadores inmigrantes a renovar sus permisos de estadía provisoria cada seis meses, y lo mismo sus contratos laborales, con la consiguiente inestabilidad y precariedad bajo la amenaza permanente de ser despedidos del empleo y hasta expulsados del país.
Hacia un mundo sin fronteras
El sistema capitalista-imperialista es inhumano por naturaleza. Al servicio de las ganancias de la burguesía dominante promueve la libre circulación de mercancías y capitales por encima de las fronteras, pero a la vez levanta muros humillantes, restringe y criminaliza cada vez más la libre circulación de las personas. Al mismo tiempo, las repugnantes campañas de propaganda antiinmigrante y racista de la derecha y la ultraderecha tienen el objetivo político de dividir a la clase obrera, que es una y sin fronteras.
Como parte de la lucha política por derrotar a este sistema capitalista basado en la explotación y la opresión, y reemplazarlo por la construcción de una sociedad socialista, luchamos por:
- No a la “Europa fortaleza” y demás trabas a la libre inmigración en todos los países.
- Por la unidad de la clase trabajadora contra las patronales y sus gobiernos.
- Por la entrada y regularización inmediatas de todo refugiado, inmigrante o “sin papeles”, con iguales derechos que la población nativa.