Nuevo gobierno, vieja política y la necesidad de dar vuelta todo.
Pedro Sánchez ha sido investido presidente de España con 179 votos a favor del PSOE, Sumar, ERC, Junts, PNV, Eh Bildu, BNG y Coalición Cantaría contra 171 del PP, Vox y Unión del Pueblo Navarro. Prácticamente con los mismos socios la socialdemocracia ha formado dos gobiernos consecutivos y sus respectivas Legislaturas. Desde las elecciones del 23 de julio hasta la sesión de investidura del 16 de noviembre se ha expresado una crisis que tiene raíces históricas, se retroalimenta, sigue su curso y tendrá nuevos capítulos. En esta ocasión el nudo de las discrepancias estuvo en el pacto de investidura con el Independentismo catalán, centralmente por la ley de amnistía.
Sánchez negoció la ley de amnistía con ERC y Junts, es decir con Oriol Junqueras y, principalmente, con el expresident catalán Carles Puigdemont en el exilio. La amnistía es parcial porque alcanzará a 250 o 300 procesados, incluidos los principales dirigentes independentistas, mientras existen más de 3000 activistas encausados, presos políticos y sindicales que no serán beneficiados por la norma y están incluidos 73 policías. Además, quedan por verse las limitaciones que impondrán los jueces involucrados que desde los estamentos más retrógrados se han expresado contra la amnistía. Los firmantes se tienen tal desconfianza que adoptaron la figura de “relatores” como mediadores para garantizar el cumplimiento de lo acordado. Que haya amnistía, aunque sea parcial, es una conquista que alegra por los luchadores que serán beneficiados, dejando en claro que no se debe a las habilidades negociadoras de Junts y ERC, sino que producto de los reclamos masivos que antes habían forzado a que los opresores den indultos y ahora hicieron insostenible la política de la persecución pura y dura como a venían ejecutando.
En la tarea de «dar vuelta la página» de la autodeterminación, al PSOE le va mejor que a su predecesor el PP. Con la táctica de la “zanahoria” en reemplazo del “garrote” del 155, con una Mesa de Diálogo ficticia, promesas dudosas y concesiones limitadas logró sus mejores votaciones en Catalunya, el PSC ganó el Ayuntamiento de Barcelona y el Independentismo retrocedió socialmente. Para la derecha y la ultraderecha el pacto “es inconstitucional”, “un golpe de Estado” y “una rendición” ante los que “quieren dividir España”. Para Sánchez es un “acuerdo histórico” que “demuestra la fortaleza y vigencia de la Constitución de 1978”. Para Puigdemont “Es una oportunidad histórica”. Para Oriol Junqueras y Pere Aragonés “…la que gana es Catalunya”.
Para nosotros, el proceso de investidura ha mostrado un espectáculo lamentable hasta la indiferencia y el hartazgo. Alberto Núñez Feijóo (PP) protagonizó un sainete de investidura con destino de fracaso desde la presentación de los títulos. La ultraderecha de Vox sacó a relucir todo su patetismo fascista. Sánchez se desdijo de promesas anteriores y negoció en secreto sin ningún prurito. Los “progres” apoyaron el pacto sin plantearle a Sánchez que elimine la Ley Mordaza o que recuerde los compromisos de eliminación de la reforma laboral, ni que se ponga del lado del Sáhara Occidental como una de las condiciones para respaldarlo, sólo se preocupan por los cargos de gobierno. Y los nacionalismos ni intentaron presentar posicionamientos reivindicativos en común, su especialidad es sentarse a pedir concesiones económicas a los poderosos de turno.
La polarización social y política se tensó al extremo con manifestaciones divididas por el sí o por el no a la amnistía. Salieron a relucir los sectores conservadores de la sociedad y los grupos fascistas más recalcitrantes. Salvando algunas excepciones, los medios de comunicación masiva acicatearon la polarización a favor de la derecha y siguen confundiendo a la población. En el Reino del Revés el PP y Vox se movilizaron masivamente y la ultraderecha pidió huelga general. Los reformistas del PSOE, Podemos, Sumar, IU y otros les regalaron la calle a los reaccionarios. Los dirigentes de UGT y CC. OO. Fueron correa de transmisión de esta política desmovilizadora que le impidió a los sectores populares y a la clase trabajadora irrumpir con un programa de reivindicaciones sociales y políticas propias.
Ha surgido un gobierno débil, porque la justicia está dividida, los principales partidos del régimen están enfrentados, habrá una legislatura tensa y compleja y se sigue desarrollando la crisis de la economía capitalista. Si bien es un gobierno de continuidad, presenta ecuaciones distintas ya que en la repartija de cargos a los socios menores del PSOE, Podemos ha quedado fuera de los ministerios, no así Sumar e IU. El futuro augura más inestabilidad y crisis que la resolución de los problemas históricos de España.
Lo único que hacen ERC y Junts es pelearse para ver quién de los dos aparece como el mejor negociador con los opresores. Entre octubre de 2017 y noviembre de 2023 los dirigentes de los partidos mayoritarios catalanes pasaron de una Declaración Unilateral de la Independencia (DUI) qué duró 44 segundos antes de que la suspendieran para buscar negociar con Mariano Rajoy, a proponer un referéndum en los marcos del régimen del ’78 para negociar con Pedro Sánchez, que en el pacto dejó muy clara su posición contra la independencia: «Por su parte, el PSOE defenderá el amplio desarrollo, a través de los mecanismos jurídicos oportunos, del Estatut de 2006…» Para dejar claro el abandono de la unilateralidad, en una sesión del Parlament de noviembre, Junts y ERC tumbaron la propuesta de la CUP de convocar a un referéndum.
Los dirigentes de los partidos catalanes mayoritarios dejaron pasar una oportunidad histórica para concretar el 1-0, lo siguen sepultando y han optado hace tiempo por la autonomía en lugar de la autodeterminación. Encima siguen confiando en una quimera: el apoyo del bloque imperialista de la Unión Europea qué hostil a la autodeterminación por el pánico qué le da la liberación de los pueblos catalán, escoses e irlandés. Las “aproximaciones sucesivas” conducen a un callejón sin salida y no a la independencia.
El nuevo gobierno ha nacido bajo el signo de la vieja política y del viejo régimen. Nosotros no apoyamos las investiduras de presidentes burgueses porque están al servicio de expoliar a los trabajadores y oprimir a los pueblos. Entre ellos no hay “mal menor” sino mal continuo. Es bochornoso qué cada investidura habilite el mercadillo de las negociaciones secretas con acuerdos entre partidos que se presentaron con programas distintos y la población sea la convidada de piedra. Las corrientes que se reivindican de izquierda y avalaron las investiduras de Puigdemont, Torra, Aragonés y/o Sánchez harían muy bien en recapacitar sobre estas decisiones estratégicas.
Igualmente, más allá de los golpes y las maniobras, hay muchos catalanes qué no se han resignado y continúa la crisis del régimen español que siempre ofrece flancos débiles y sorpresas, con lo cual no está dicha la última palabra. Para que haya cambios de fondo, hay que dar vuelta todo. Es necesario derrotar a la derecha y la ultraderecha en las calles, exigiendo amnistía plena y autodeterminación, defendiendo la utilización de los idiomas catalán, vasco y gallego, planteando el fin de la monarquía y del régimen del ‘78. Hace falta una agenda de reivindicaciones salariales, contra el aumento del costo de vida, las necesidades obreras y populares más inmediatas y una huelga general para que la crisis la paguen los capitalistas.
La situación presenta grandes desafíos, y también una gran oportunidad para que la izquierda consecuente aparezca como una opción fuerte contra la derecha y a las falsas opciones reformistas. Hace falta poner de pie una nueva conducción, para dar vuelta todo desde la independencia de clase. En tal sentido, la CUP y Anticapitalistas podrían cumplir un rol de primer orden sí cambian su orientación actual que apunta más al reformismo que a los cambios radicales. Los que nos reivindicamos socialistas revolucionarios como SOL, CRT, LI, CR e IR deberíamos impulsar estas propuestas en común, sin sectarismo ni oportunismo de ninguna naturaleza. Mientras tanto, seguiremos organizándonos nacional e internacionalmente en la Liga Internacional Socialista (LIS) postulando el socialismo como la única salida posible ante la barbarie a la que conduce el capitalismo imperialista.