Brasil: Primer turno electoral. Los límites del frente amplio para derrotar a la extrema derecha bolsonarista

Por Verónica O’Kelly, Alternativa Socialista-PSOL / LIS, Brasil.

En las elecciones del 2 de octubre Lula gana, pero no llega a superar el 50% mas uno y queda la definición para un 2do turno donde puede ganar. Bolsonaro, después de cuatro años de un gobierno de guerra contra el pueblo trabajador y el pueblo pobre, perdiendo base social y siendo aislado por la gran burguesía nacional e internacional, principalmente como respuesta a su política de muerte adoptada en la pandemia y de depredación ambiental, consigue un 43%. Nada de esto fue suficiente para convencer al electorado que votó por el actual presidente, demostrando el rechazo que aún existe en una parte importante de las masas brasileñas contra el PT, Lula y este proyecto que ha gobernado durante 14 años al servicio de los bancos, el agronegocio y las empresas nacionales y multinacionales. Esto, unido a la desmoralización que la derecha neoliberal tucana intentó provocar contra el PT al aliarse con la ultraderecha en el golpe institucional de Dilma. Después de haber hecho lo que hicieron, tuvieron una votación electoral mísera, dejando la avenida más despejada para la ultraderecha.  Hoy la tarea de primer orden es derrotar a Bolsonaro en las calles y en las urnas. Algunas notas para contribuir al debate en la izquierda revolucionaria.

El programa de los bancos, el agronegocio y las corporaciones no sirve para derrotar a la extrema derecha

Asistimos a una campaña electoral con una izquierda bloqueada en los medios masivos de comunicación e con escasa visibilidad delante de las masas, hasta el punto de resultar ridículo tener que ver y escuchar a la candidata mdbista, y empresaria del agronegocio, Simone Tebet levantar banderas en defensa de los derechos de las mujeres. Las feministas, los antifascistas, los ecosocialistas, los indígenas tuvieron su voz debilitada en el megáfono de las elecciones burguesas y esto significa un peligro para la construcción y el fortalecimiento de nuestras luchas.

Pero lo que sí vimos y escuchamos mucho en esta campaña electoral fue el programa de gobierno de los de siempre, la burguesía capitalista que está causando hambre, destrucción ambiental, miseria, muerte y guerras en todo el planeta, y que en Brasil se expresa de manera cada día más insoportable para las mayorías explotadas.

Hoy esta tesis preelectoral se ha confirmado en todo sentido. El Frente Amplio no sirve para derrotar a la extrema derecha bolsonarista, y que por el contrario el efecto que provoca, más tarde o más temprano, es su fortalecimiento, si esto va acompañado de la desaparición o debilitamiento de la izquierda socialista y clasista como alternativa política de masas.

Es una tarea fundamental derrotar a Bolsonaro. Impedir que gane las elecciones y siga en el gobierno es una tarea de primer orden. Su existencia y supervivencia como proyecto de poder político, ya sea en la presidencia o en la mayoría de las cámaras legislativas, como se ha convertido ahora tras estas elecciones, representa un peligro a combatir. Por eso llamamos a votar críticamente a Lula y llamamos a la izquierda clasista a unirse y defender un programa anticapitalista en esta campaña, llamando a ocupar las calles como hicimos en 2018 con las masivas movilizaciones de Ele Não, o en 2021 con los grandes actos Fora Bolsonaro. Sólo fortaleciendo un polo de izquierda socialista y anticapitalista podremos derrotar a la extrema derecha de una vez por todas en Brasil y en el mundo.

Lula, el PT y las masas 

Un elemento importante que debemos debatir, para acercarnos a una mejor caracterización política con su consecuente orientación, es que aquel proyecto político que surgió del seno del ABC Paulista, de las luchas obreras de los años 70 y 80, y que gobernó durante 14 años, ya no tiene la misma influencia en las masas brasileñas que en aquellos tiempos. Más aún, capitalizan un gran rechazo como producto de la decepción provocada en la clase obrera, sectores populares y una vanguardia de la izquierda que creyó y confió en un proyecto que con los años ha degenerado y se ha asimilado al capitalismo, con todos sus males.

Esta desilusión de las masas sigue presente en Brasil, hasta el punto de que casi el 50% de la población sigue creyendo que Lula, Dilma y el PT son responsables de las malas condiciones de vida que viven las mayorías en el país. Pero, como la adaptación es irreversible, Lula insiste en hacer campaña defendiendo una democracia abstracta y un pasado bueno, sin poder decir claramente cómo va a resolver el problema del desempleo, la vivienda, la miseria y el hambre que sufre el pueblo. Esto, porque, si dice la verdad, tiene que explicar que su programa ante todo esto es más ajuste, contrarreformas y ataques a la clase trabajadora para responder a los intereses de sus verdaderos aliados, los capitalistas que detentan el poder económico y dirigen los rumbos políticos de los gobiernos que deciden no cruzar sus límites.

¿Democracia para quién?

No es nada nuevo decir que para quienes sufren la explotación y la opresión de este sistema de dominación capitalista, las instituciones han demostrado su compromiso con la burguesía como clase dominante, y el mantenimiento de su poder en el Estado. Así es como la justicia y los jueces, el parlamento, el gobierno, los políticos, e incluso la figura presidencial, han ido perdiendo credibilidad en amplios sectores.

Bolsonaro expresa una política de liquidación de las conquistas democráticas y sociales. Su carácter militarista, miliciano, represivo, xenófobo, misógino, racista y de ataque a la clase obrera y sus conquistas, es la marca de su gobierno y proyecto político. Desde este lugar se presenta contra las instituciones, aprovechando el descrédito que tienen, instalando un discurso «antisistema» y planteando como alternativa un régimen más represivo, menos democrático, de supremacía blanca y cristiana y que garantice el poder de una minoría burguesa en el poder.

La campaña de Lula-Alckmin, centró su propaganda y agitación electoral en la defensa de la democracia y de todas las instituciones, acríticamente por supuesto. Las limitaciones de clase del frente amplio, daban para eso. Es obvio que políticos burgueses como Alckmin, que ya ha sido dos veces gobernador del estado de São Paulo, el mayor de todo Brasil con casi 50 millones de habitantes y centro económico nacional, que ha dirigido y provocado masacres en las periferias y ocupaciones, como la de Pinheirinho, reprimido a los trabajadores públicos para aprobar la pérdida de derechos laborales, atacado los derechos sociales e impulsado la privatización de la salud y la educación pública, entre otras muchas medidas y políticas de corte neoliberal y antipopular, defenderán las instituciones sin una sola coma de crítica.

La mejor democracia es la que expresa la voluntad de las mayorías explotadas y oprimidas, la que da voz a los que no tienen voz. La que aparece en la calle cuando luchamos contra los ajustes o los ataques, la que aparece en cada fábrica, barrio o universidad, cuando surge la movilización. Por eso nosotros, junto con otras organizaciones, formamos la Coordinadora Povo na Rua, construimos la movilización e insistimos en que es en la lucha que derrotaremos a Bolsonaro y su proyecto, sin confianza en las urnas y en las instituciones, es con la lucha que defenderemos nuestras conquistas democráticas y a partir de esta lucha, construiremos la democracia real.

El PSOL y el Frente de Izquierda que no fue, faltaron a la cita

Antes de las elecciones, la izquierda radical del PSOL, de la que formamos parte, dió una batalla política por la candidatura propia. Esta batalla se basó en la caracterización política de que, ante la polarización entre dos proyectos burgueses (uno de extrema derecha y otro de centro), era necesario presentar una candidatura a la presidencia para vocalizar un programa de defensa de las conquistas y soluciones a los problemas que sufre la clase trabajadora y los sectores populares, y así polarizar (verdaderamente) con el proyecto de Bolsonaro.

La renuncia a presentar candidatura propia a la presidencia y al gobierno en gran parte de los Estados de la Federación, hizo que la izquierda se debilitara en el debate político electoral. El PSOL, era el unico partido de izquierda con capacidad de participar en los debates presidenciales de los medios de comunicación y usar la publicidad en TV y radio, además de haber recibido un Fondo Electoral millonário. Todo este capital podria haber sido colocado al servicio de visibilizar una alternativa politica de izquierda delante las masas, pero la dirección mayoritaria se negó. Esto ya es un error, pero se agrava con la existencia de Bolsonaro.

El ejemplo de las elecciones portuguesas de enero de este año es gráfico y permite comprender esta dinámica. La «geringonça» (alianza entre el Partido Socialista, el Partido Comunista de Portugal, los Verdes y el Bloque de Izquierda) que garantizó el gobierno del Partido Socialista en el período anterior, lavando su programa e adaptándose a la socialdemocracia, se disolvió en las últimas elecciones y el resultado fue que el PS obtuvo la mayoría absoluta en el parlamento, creciendo sustancialmente, mientras que los demás partidos retrocedieron, perdieron votos y representación parlamentaria. Peor aún, todo esto va acompañado del gran crecimiento de la extrema derecha de Chega! que pasó de 1 a 12 diputados.

En el otro extremo está el sectarismo y la autoproclamación de la izquierda, que fue dividida. El Polo Socialista y Revolucionario (liderado por el PSTU), UP y el PCB se negaron a formar un Frente de Izquierda para disputar un sector que, si bien era difícil de captar por la disparidad en el reparto del Fondo Electoral y por la inexistencia de espacio en la propaganda electoral en TV y radio, seguramente se hubiera disputado con mayor fuerza de la que tuvo, con una izquierda minúscula, dividida y marginal.

En definitiva, faltaron a la cita y esto se convierte en una tarea a resolver, un desafío para el próximo período, que independientemente del gobierno que surja de estas elecciones, la izquierda socialista tendrá la responsabilidad de construir una alternativa de izquierda unitaria en el país.

Votar 13, salir a las calles y construir un partido revolucionario

Entramos en la 2ª vuelta de las elecciones con la principal tarea de sacar a Bolsonaro de la presidencia. Llamamos a derrotar a este gobierno y su proyecto de extrema derecha con la lucha de la clase trabajadora y del pueblo pobre. Llamamos a votar 13 y a defender, junto a la izquierda clasista, un programa a favor del 99%. Y decimos, muy claramente, que sin la construcción de una herramienta independiente, de la clase trabajadora, con un programa socialista, una perspectiva internacionalista y revolucionaria, la extrema derecha y todos los proyectos que pretenden atacar nuestras conquistas, no desaparecerán. Y que, lejos de ello, se verán reforzadas por la ausencia de un proyecto de sociedad completamente opuesto, una sociedad en la que gobiernen las y los trabajadores y pongan en pié un sistema socialista. Es por eso que militamos y te invitamos a hacerlo con nosotros y nosotras.