Alemania: Die Linke se autodisuelve como fracción en el Parlamento.

A pesar de que los diez diputados que dimitieron pidieron permanecer en el grupo parlamentario, el bloque de La Izquierda decidió disolverse el 6 de diciembre. Así lo anunciaron los miembros del grupo el martes 14 en Berlín. Después de 18 años, el espacio reformista Die Linke vuelve a dividirse, formándose dos nuevos grupos que podrán seguir trabajando con menos derechos y menos presupuesto. Los alcances del nuevo escenario.

Por Carolina Menéndez Trucco

La fracción del Bundestag está políticamente muerta” había anunciado unos días atrás ya su presidente, Dietmar Bartsch, considerando que la salida de Sahra Wagenknecht y de los otros nueve diputados que la apoyan llevaría a quedar por debajo del número mínimo para formar bloque. Si bien hoy lo ve como “una oportunidad para un nuevo comienzo”, durante mucho tiempo se ha especulado sobre la salida de dicha figura del ala reformista conservadora. Hace unas semanas, la diputada lo hizo público: ella y otros miembros del grupo parlamentario abandonaron Die Linke y fundaron la asociación «Alianza Sahra Wagenknecht» para lanzar su nuevo partido “Por la razón y la justicia”.

A partir de enero será posible presentar solicitudes de membresía y comenzará la fundación de las asociaciones regionales. Pese a que los desertores ofrecieron permanecer en el bloque para garantizar su continuidad, es la primera vez en 74 años de existencia del Bundestag (Cámara de Diputados) que un grupo parlamentario vota su autodisolución. Para la mayoría, el partido no hubiese tenido credibilidad ante sus votantes si la organización competidora hubiera permanecido en el mismo grupo.

“No quería destruir a La Izquierda”, reconoció Wagenknecht. No obstante, al final las discrepancias en el contenido llegaron a ser tan grandes que políticamente había llegado el momento de poner fin a una relación rota. Justo antes de la Conferencia Europea del Partido de Izquierda en Augsburgo, la facción decidió disolverse. Como consecuencia se formaron dos nuevos grupos parlamentarios, que recibirán menos dinero y menos tiempo para hablar: los 28 diputados de izquierda restantes, por un lado, y Wagenknecht y sus partidarios, por el otro. La pregunta ahora es cómo puede La Izquierda volver a asumir un papel fuerte cuando nunca estuvo unida y terminó por dividirse.

Dietmar Bartsch, presidente del grupo parlamentario del Partido de Izquierda en el Bundestag

Las consecuencias del éxodo

Los motivos de la separación no sólo llevaron a la pérdida del estatus parlamentario, partiendo a Die Linke en dos, al morir la fracción, legalmente más de 100 empleados del grupo tendrán que marcharse, y en unas semanas también las opciones en el parlamento alemán se verán limitadas. Un grupo tiene menos derechos que una fracción y también recibe menos apoyo financiero del tesoro estatal. Además, para aprobarlo se necesita una resolución del Bundestag. ¿Qué queda después? Ambos bandos tienen ideas distintas sobre cómo interpelar a los votantes, pero ninguno posee una estrategia sólida.

Según encuestas recientes, el partido de Wagenknecht podría llegar a obtener entre un 12 y un 17 %. Lo que no quiere decir que la balanza se incline hacia la izquierda. Mientras muchos analistas aparentemente esperan que la líder populista pueda reducir los resultados electorales de la ultraderecha, la realidad también muestra que la mayoría de los votantes potenciales para su partido probablemente provengan de la derechista Alternativa para Alemania (AfD). Los indecisos asimismo podrían jugar un papel importante tras el colapso de la fracción. De todas formas, cabe recordar que para las elecciones federales no basta con una simple lista electoral, es obligatorio fundar un partido conforme a las disposiciones de la ley de partidos con estructuras formales en 16 asociaciones estatales. La Alianza Sahra Wagenknecht debería recaudar donaciones para poder estar activa en el nuevo año.

Por su parte, Die Linke, para afilar su perfil tras la salida de los disidentes, ha presentado un documento que se centra en la protección del clima y una supuesta reestructuración de la economía, que es más de lo mismo: subvenciones energéticas para las empresas que desempeñen un papel en la transformación climática. ¿Qué es lo que diferenció entonces el proyecto disidente?

Populista, antiinmigrante, antiambiental, antiderechos…

Más allá de cuestiones comunes como un salario mínimo más alto y mayores impuestos para las ganancias y bienes elevados, el manifiesto fundacional de la “Alianza Sahra Wagenknecht” en concreto se distingue por omitir la mayoría de las cuestiones fundamentales del socialismo y en muchos apartados el enfoque podría provenir sin contratiempos de los conservadores[1]. La doctora en economía se dirige al “hombre pequeño” como si los trabajadores explotados no fueran percibidos en absoluto como sujetos políticos capaces de luchar por sus propios intereses. Al mismo tiempo, en su envolvente discurso, por más que intente llegar a un amplio sector de la población, su contenido sólo apunta a la pequeña burguesía y a las medianas empresas.

Las posiciones regresivas sobre migración, orientación sexual, identidad y clima, son claras. “No basta con querer distribuir mejor a los refugiados y las cargas financieras. Las cifras son demasiado altas… Alemania ya no tiene espacio”. Al parecer, tampoco para las disidencias sexo-genéricas, ya que abiertamente también critica las políticas de identidad y el multiculturalismo. Todo rasgo distintivo, en su opinión, atenta contra la cohesión social. En materia energética, Wagenknecht tampoco presenta una política concientizadora, todavía cree que es necesario levantar las sanciones a Moscú y volver al gas y al petróleo rusos baratos, “dado que la energía se ha encarecido y el país corre el riesgo de perder industrias importantes y cientos de miles de empleos bien remunerados”.

La cuestión de la paz también es central: en una entrevista reciente para la cadena pública alemana ARD la dirigente, entre otras cosas, pidió un alto el fuego inmediato en el conflicto entre Israel y Hamas, pero no se explaya acerca del envío de armas (Alemania multiplicó por diez su venta militar a Israel en un año), ni respaldó ningún tipo de boicot de productos israelíes. Además, vuelve a apoyar la falacia de dos Estados que equipara opresores y oprimidos, desconociendo la historia de apartheid que sufre el pueblo palestino desde hace 75 años. Definitivamente, pedir “más diplomacia y distensión en los conflictos internacionales” no basta ante un genocidio.

La ausencia de una línea revolucionaria

No hace falta buscar muy lejos para encontrar símbolos en el período fundacional de Die Linke que dejen claro el drama de la actual crisis. En junio de 2007 se formó el nuevo partido en el hotel Estrel de Berlín. Los delegados del antiguo PDS[2] y del entonces nuevo WASG[3] de tendencia socialdemócrata de la noche a la mañana se fusionaron. Con la fundación del nuevo partido y la entrada de una facción “socialista” en el Bundestag, las esperanzas de establecer una política a la izquierda del SPD[4] a nivel nacional habían comenzado a alimentarse. Sin embargo, unos diez años después, las diferencias habían ido mermando.

Una falsa alternativa, pues nunca hubo realmente un giro revolucionario, lo que en todo caso hubiese incluido alejarse de la cogestión en los gobiernos de esta Alemania capitalista-imperialista. Salvo las dos alas más radicales del partido, la Plataforma Comunista y la Izquierda Anticapitalista, la política de Die Linke se ha contentado con plantear reformas graduales. El programa de Wagenknecht es otro resultado del mismo entramado político. En última instancia, la propia Izquierda se volvió completamente inútil como instrumento de lucha consecuente y cambios de fondo para la clase trabajadora, se orientó casi exclusivamente a su presencia parlamentaria, y al quedarse en un programa reformista, terminó alimentando a la derecha del partido y su propio descenso.

Wagenknecht adoptó explícitamente la línea antiinmigrante y nacionalista de la AfD y por primera vez una fracción se disuelve en pleno período legislativo. Hoy sólo queda un grupo más pequeño y con menos oportunidades en el Bundestag. Por este precipitado y rotundo final, es tan importante fortalecer el movimiento socialista de los trabajadores y reagrupar a los sectores revolucionarios que luchan por un gobierno obrero y socialista.

Sahra Wagenknecht recientemente en la TV Pública alemana ARD

[1] Los partidos de la Unión (CDU/CSU) forman parte de un grupo parlamentario de orientación conservadora.

[2] El Partido del Socialismo Democrático (Partei des Demokratischen Sozialismus) fue heredero del antiguo Partido Socialista Unificado (SED) que gobernó Alemania oriental, entre 1949 y 1989.

[3] Trabajo y Justicia Social-La Alternativa Electoral (Arbeit & soziale Gerechtigkeit-Die Wahlalternative) fue un partido existente entre 2005 y 2007, escindido del SPD.

[4] Partido Socialdemócrata de Alemania (Sozialdemokratische Partei Deutschlands). Desde diciembre de 2021, preside el Gobierno federal con el canciller Olaf Scholz, teniendo como socios de coalición a la Alianza 90/Los Verdes y el Partido Democrático Libre (FDP).