Vivienda digna, un derecho a conseguir en la calle

Ni en la península ni en la UE pueden seguir negando que existe una crisis habitacional. En las sociedades se extiende en descontento y en las calles las protestas. El apoyo a las luchas inmediatas ha de ser acompañado de salidas de fondo para que la vivienda sea un derecho y no un negocio o una utopía.

Manifestaciones en Madrid
El domingo 9 de febrero se hizo la segunda movilización masiva por el centro de Madrid tras el lema “Por una vivienda digna y sostenible”, convocados por el movimiento Hábitat 24, que reúne a casi 40 colectivos en favor del acceso a la vivienda, asociaciones vecinales, sindicales y sociales. Dirigieron sus demandas hacia las Administraciones Públicas, en particular el Gobierno madrileño al cual también apuntó el manifiesto leído “Ya es hora de que Ayuso deje de gobernar para los intereses económicos que la han nombrado y lo empiece a hacer para toda la ciudadanía”. Hubo carteles con lemas tales como: «Queremos vivir dignamente», la vivienda “No es un bien de mercado sino un derecho”, “La vivienda no es un bien de mercado sino un derecho” o “Esta pancarta mide los dos metros cuadrados que puedo alquilar en Madrid” y los manifestantes mostraron sus llaves y las hicieron sonar como expresión de malestar.

Uno de los reclamos expresados en Madrid.

Acciones en Barcelona
En Barcelona también se han repetido las marchas, la resistencia a los desahucios y a la especulación inmobiliaria, como está en ciernes en distintos barrios de la ciudad y recientemente sucedió con la Casa Orsola. En este caso la lucha logró evitar el desalojo y que el Ayuntamiento compre el inmueble, sin embargo, la negociación a espaldas del activismo y del Sindicato ha supuesto un rescate encubierto al fondo que embolsará por la Casa tres millones de euros más del precio que la pagó. En la capital del Estado español, en la de Catalunya y en otras importantes ciudades hay malestar y luchas porque la crisis habitacional hace muy difícil la vida de los trabajadores y el pueblo, cruzando a toda la sociedad ya que afecta a los más jóvenes, a las personas que aun trabajando se ven obligadas a compartir piso y a las personas más grandes que no tienen casa propia o la poseen pero son el sostén de sus hijos o familiares.

Lucha por la Casa Orsola en Barcelona.

Las causas: el capitalismo y sus partidos
Casi la mitad de los españoles están agobiados por no saber si podrá o no pagar el alquiler o la hipoteca. Esta realidad no es ajena a la que se vive en toda Europa, pero en España, principalmente en las grandes ciudades, adquiere características graves, el país pasó la construcción de 600.000 viviendas al año a 90.000, lo cual sin ningún control, dispara los precios.
Los gobiernos son lentos para tomar medidas progresivas con la vivienda y rápidos para ejecutar desalojos y desahucios. El PSOE habla de limitar los precios, la especulación y aumentar la disposición de vivienda pública de alquiler. El PP promueve el incentivo a la construcción, facilitar la compra y reducir impuestos a los propietarios. Los principales partidos, Vox y la “izquierda institucional” tienen matices, pero ninguno sale de la lógica capitalista dominante.


Para que el acceso a la vivienda digna se haga realidad
Es fundamental apoyar a los colectivos en lucha por alquileres sociales, sin aumentos ni requisitos incumplibles que, incluso, deberían ser íntegramente garantizados por el Estado. Ante la crisis habitacional, hay que ejecutar un plan de emergencia de aplicación inmediata para la construcción de viviendas públicas accesibles para los más necesitados, por la rehabilitación de inmuebles fuera de uso, el fin de los desalojos, la suspensión de las licencias de pisos turísticos y la expropiación sin indemnización a los grandes tenedores de pisos especulativos. Como sucede con todos los derechos sociales y democráticos, la salida de fondo por la vivienda digna, para que sea un derecho y no un negocio o una utopía, sólo llegará cuando gobiernen los trabajadores y haya un sistema justo e igualitario, es decir, el socialismo.