Catalunya-12M: PSOE-PSC, ni socialistas ni obreros

Considerar de “izquierda” a las organizaciones que encabezan Pedro Sánchez y Salvador Illia, tiene más de ficción que de realidad.

Por Gérard Florenson

Los socialistas catalanes esperan conquistar la Generalitat como ganaron el Ayuntamiento de Barcelona, ​​sin mayoría absoluta pero con alianzas variables. El PSC es sólo una sucursal del PSOE que ha conservado su nombre tradicional, que se remonta a su fundador el marxista Pablo Iglesias y, por tanto, también los bonitos nombres de socialista y obrero. Baste decir de entrada que no es más que una ficción, que el socialismo hace tiempo que ya no figura en su programa y que ya ni siquiera plantea una República. Como actor de la “transición” el PSOE se ha unido a la monarquía y su bandera. Sin compartir el mito que convirtió a Largo Caballero en el “Lenin español”, vemos que existen algunas diferencias entre el que fue secretario nacional de la UGT y Felipe González.

Del partido de los obreros sólo queda una letra en el logo. La clase trabajadora no forma parte del vocabulario de Sánchez: ni socialista ni obrero, su gobierno sólo se postula de «progresista». Y si el PSOE conserva una parte de un electorado trabajador y popular es más bien por defecto, por rechazo a la derecha, a los herederos más o menos abiertos del franquismo que no ocultan sus orientaciones reaccionarias y proempresariales. En Estados Unidos es el Partido Demócrata el que recibe el apoyo de los sindicatos.

A pocas semanas de las elecciones al Parlamento de Catalunya, las encuestas sitúan al PSC a la cabeza y su líder Salvador Illa ya busca alianzas para transformarse en President de la Generalitat. Pero no puede esconder el apoyo de su partido a la aplicación del artículo 155 de la Constitución monárquica, a la disolución del Parlamento electo, a la prisión o al exilio forzoso de miembros del Govern y de las instituciones catalanas, así como de numerosos activistas perseguidos. Y al mismo tiempo que Sánchez concede una amnistía parcial, recalca su rechazo a la autodeterminación. Ni socialista ni obrero, el PSOE sólo puede presumir de ser decididamente españolista.

Salvador Illa da la espalda al pasado de un PSC que recogía los votos de los proletarios menos cualificados, a menudo andaluces, en competencia con el PSUC hoy desaparecido. En la actualidad, su operación de seducción se dirige principalmente a empresas capitalistas que ciertamente no tienen nada que temer de tales «socialistas»: desde la ampliación del aeropuerto del Prat hasta el puerto de Tarragona, pasando por el Hard Rock y otros proyectos del sector turístico, el PSC apoya todas sus demandas sin mayores reservas.

La gran burguesía catalana se debate entre su rechazo a Sánchez (y sus tímidas medidas sociales) y la dificultad de encontrar en Catalunya una representación política que le garantice una estabilidad política favorable a sus empresas y una cierta autonomía fiscal y administrativa. Al considerarse traicionada por el aventurerismo de Carles Puigdemont, la gran mayoría respondió al llamamiento de Mariano Rajoy y del Rey deslocalizando su sede para castigar a los independentistas. Entendiendo, sin embargo, que el PP no podía imponerse en Catalunya, esperaba mucho de Ciutadans y Manuel Valls, pero todo se hizo añicos. ¡Podemos imaginar que encuentre en Salvador Illa a regañadientes al “menos peor” para sus intereses!